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Dios me pide amar a mis enemigos ¿Cómo será esto posible?
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Dios me pide amar a mis enemigos ¿Cómo será esto posible?

El Señor Jesús lo dijo muy claro: “Amen a sus enemigos y recen por sus perseguidores, para que así sean hijos de su Padre que está en los Cielos” (Mt 5, 44-45). Pero ¿Cómo sería esto posible? ¿Amar a los que me han hecho daño y me han ofendido? ¿Es esto posible? Vamos a verlo.

De manera personal, creo que éste es uno de los mandatos del Señor más difíciles de imaginar, mucho más de vivir ¿No lo crees?  Está claro que el “enemigo” es aquel que me  ha causado un mal y que sólo busca lastimarme y destruirme. ¿Cómo puedo amarlo, si ni siquiera puedo tolerar su presencia? ¡Qué complicado!

Hay que entender que Jesús, al expresar estas palabras, no nos pide que sintamos cariño por nuestros enemigos. En definitiva, creo que nadie puede experimentar aprecio por alguien que le ha hecho mucho daño. Más bien, lo que Él nos pide es que debemos pedir e interceder ante Dios por ellos, nunca desearles un mal sino todo lo contrario. Este es el camino que, sin duda, nos lleva a cumplir con este mandamiento.

Dice el Papa Francisco: “Jesús nos pide amar a los enemigos. ¿Cómo se puede hacer? Jesús nos dice: rezad, rezad por vuestros enemigos. La oración hace milagros; y esto vale no sólo cuando tenemos enemigos; sino también cuando percibimos alguna antipatía, alguna pequeña enemistad” (18 de junio de 2013. Misa matutina en la capilla de la Domus Sanctae Marthae).

Asimismo, Santo Tomás de Aquino nos dice: “Amar es desear el bien a alguien”. Por lo tanto, no se nos pide experimentar en nuestro corazón un sentimiento de amor como el que sientes por un ser querido, sino que el amor debe transformarse en respeto y preocupación, en una oración sincera. Recordemos que todos somos hijos del mismo Padre.

Porque tratar bien a quien bien nos trata, no tiene mucho mérito ni reconocimiento, cualquiera es capaz de hacerlo. Lo que nos hace crecer viene cuando guardamos atención, respeto y preocupación por aquellos que, a nuestros ojos, no merecen nuestro cariño. Cristo nos hace un llamado mayor, nos pide que busquemos la perfección de Dios: “Sean ustedes perfectos como es perfecto el Padre de ustedes que está en el Cielo” (Mt 5, 48), es decir, nos pide ser santos.

Si bien, el amor a los enemigos no es algo lógico para el mundo, pero sí es el camino que Dios nos ha marcado para poder encontrarnos con él. Así no dice el Santo Padre en la misma homilía: “El amor a los enemigos nos empobrece, nos hace pobres, como Jesús, quien, cuando vino, se abajó hasta hacerse pobre. Tal vez no es un buen negocio, o al menos no lo es según la lógica del mundo. Sin embargo, es el camino que recorrió Dios, el camino que recorrió Jesús, hasta conquistarnos la gracia que nos ha hecho ricos”.

Te comparto esta oración por los enemigos de San Anselmo:

Todopoderoso y eterno Señor Jesucristo, deseo que seas bondadoso con mis amigos, ya sabes lo que deseo para mis enemigos. Oh Dios que escudriñas los corazones, Tú conoces los secretos de mi pensamiento.

Señor, único poderoso y misericordioso, concédele a mis enemigos lo que Tú me haces desear para ellos, y recompénsame a mí.

En el caso de que deseara para ellos algo contrario al precepto del amor, por mi ignorancia o debilidad, o por mi malicia, oh Señor de bondad, ni me lo concedas, ni me lo reproches.

Oh verdadera luz, ilumina su ceguera.

Oh verdad soberana, corrige su error.

Oh verdadera vida, vivifica sus almas.

Oh tierno Señor, para mis hermanos que no sea yo ocasión de muerte, ni piedra de escándalo, ni roca para estrellarse.

Es bastante ya y más que suficiente, que sea un escándalo para mí mismo: confieso mi propio pecado. Te pido por mis pares: que por mi causa no ofendan tu bondad, oh Señor grande y bueno.

Al contrario, que se reconcilien contigo y se amiguen conmigo, según tu Voluntad, no por mí, sino por Ti. Ese es el castigo que pido para mis pares y enemigos: amarte a Ti y amarnos nosotros unos a otros, como Tú quieres y nos conviene.

Guiados por la Caridad, que tengamos un solo corazón aceptando los deseos del Señor de todos para bien de todos. Éste, tu pobre pecador, pide esta venganza para quienes le han deseado y hecho el mal.

Amén.

Este artículo fue publicado originalmente por nuestros aliados y amigos: Con Gracia.org

 

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