La riqueza del perdón alcanza cimas insuperables en esta parábola que tanto impresiona a todos. Pero aquí vamos a acercarnos más cosas a la enseñanza del perdón al pecador. En esta parábola los hijos y el padre simbolizan a Israel y los gentiles. Pero también muestra a Dios como muy Padre; y después describe el fondo del corazón humano, en situaciones variadas.
«Un hombre tenía dos hijos. El más joven de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde. Y les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo más joven, reuniéndolo todo, se fue a un país lejano y malgastó allí su fortuna viviendo lujuriosamente. Después de gastar todo, hubo una gran hambre en aquella región y él empezó a pasar necesidad. Fue y se puso a servir a un hombre de aquella región, el cual lo mandó a sus tierras a guardar cerdos; le entraban ganas de saciarse con las algarrobas que comían los cerdos; y nadie se las daba. Recapacitando, se dijo: ¡cuántos jornaleros de mi padre tienen pan abundante mientras yo aquí me muero de hambre! Me levantaré e iré a mi padre y le diré: padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo; trátame como a uno de tus jornaleros. Y levantándose se puso en camino hacia la casa de su padre.
Cuando aun estaba lejos, lo vio su padre y se compadeció; y corriendo a su encuentro, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Comenzó a decirle el hijo: Padre, he pecado contra el Cielo y contra ti; ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus criados: pronto, sacad el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo, y vamos a celebrarlo con un banquete; porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado. Y se pusieron a celebrarlo.
El hijo mayor estaba en el campo; al volver y acercarse a casa oyó la música y los cantos y, llamando a uno de los criados, le preguntó qué pasaba. Este le dijo: Ha llegado tu hermano, y tu padre ha matado el ternero cebado por haberle recobrado sano. Se indignó y no quería entrar, pero su padre salió a convencerlo. El replicó a su padre: Mira cuántos años hace que te sirvo sin desobedecer ninguna orden tuya, y nunca me has dado ni un cabrito para divertirme con mis amigos. Pero en cuanto ha venido este hijo tuyo que devoró tu fortuna con meretrices, has hecho matar para él el ternero cebado. Pero él respondió: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero había que celebrarlo y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado»(Lc).
El pecador que se aleja
La parábola admite en una primera lectura, la situación del pecador que se aleja del Padre e incurre en todo tipo de pecados en un uso alocado de la libertad. La carencia de lo mínimo, el hambre que pasa, la indigna situación en que se halla después de haber malgastado toda su herencia, le hace rectificar y volver al Padre en un camino de vuelta, difícil y doloroso. Vive peor que los animales, aunque conserva la conciencia de hijo, a pesar de saberse indigno de ello. Y la actitud del Padre es un desbordarse de cariño: aunque respetando su libertad, el Padre salía diariamente a la espera del hijo; en cuanto le ve llegar, le va al encuentro, le abraza, le besa, le deja hablar; le prepara un convite, le viste con vestiduras ricas, le da el anillo de la reconciliación. Más no se puede pedir este perdón, es un amor extraordinario.
El hijo mayor
El hijo mayor también necesita reconciliación. Se puede ver en él el resentido que no tiene un corazón como el Padre, y se lamenta de la vuelta de su hermano. El Padre también es misericordioso con él, aunque la parábola no dice si entró en el banquete preparado para el hijo menor.
Gentiles, Israel y Dios
Otra significación de la parábola es ver a los gentiles y a Israel ante Dios. El Padre es Dios Padre. El hijo mayor es Israel que siempre ha estado con él, pero necesita una nueva conversión. El hijo menor son los gentiles, que a pesar de todos sus abusos, son de nuevo acogidos por el Padre que quiere que todos los hombres estén en la casa paterna.
La historia enseña que muchos gentiles se abrieron al mensaje de Jesús, aunque largo era el camino que deban recorrer. Pero al pueblo elegido le costó aceptar vivir este amor dilatado del Padre. El Reino de Dios es para todos los hombres, para todos los pueblos, para todas las culturas. La misericordia de Dios supera todas las barreras, y, aceptar a Cristo, devuelve a la condición de hijos; más que perdonados, muy amados.
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