En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
?Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por todo lo que me has concedido, por este nuevo día más de vida. Te pido me concedas la gracia de acercarme a ti con confianza y dejarme sanar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 28-34
?En aquel tiempo, cuando Jesús desembarcó en la otra orilla del lago, en tierra de los gadarenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y fueron a su encuentro. Eran tan feroces, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Los endemoniados le gritaron a Jesús: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?”.
?No lejos de ahí había una numerosa piara de cerdos que estaban comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús: “Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos”. Él les respondió: “Está bien”.
?Entonces los demonios salieron de los hombres, se metieron en los cerdos y toda la piara se precipitó en el lago por un despeñadero y los cerdos se ahogaron.
?Los que cuidaban los cerdos huyeron hacia la ciudad a dar parte de todos aquellos acontecimientos y de lo sucedido a los endemoniados. Entonces salió toda la gente de la ciudad al encuentro de Jesús, y al verlo, le suplicaron que se fuera de su territorio.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cristo, en cada momento, nos está buscando para sanarnos. Él cruza hasta «la otra orilla», solo para encontrarse con nosotros. Lo que Él quiere es estar dentro de nosotros, sacar toda oscuridad y llenarnos de luz.
?Nosotros tenemos que salir «desde el cementerio» de nuestro interior. Desde el lugar donde tenemos nuestras miserias, donde hay solo oscuridad, donde solo hay amor propio. Tenemos que clamar a Dios desde nuestra miseria junto con el salmista: «Desde lo más profundo, te invoco, Señor. Señor, escucha mi clamor… Si llevas cuentas de las culpas, Señor, Señor mío, ¿quién podrá quedar en pie? Pero en Ti está el perdón, y así mantenemos tu temor.» (Sal 130)
?Salir desde nuestro cementerio es para ir al encuentro de Cristo y pedirle a «gritos», no de desesperación, sino de fe, que nos sane. Salir al encuentro de alguien, implica un acto de libertad, que es lo que Cristo busca de nosotros. Dios no nos obliga a salir, lo que quiere es que de nosotros salga la iniciativa para querer ir a Él y ser sanados.
?Es en este momento en que tenemos que tener la actitud del centurión, que dijo: «Señor, no soy digno de que entres a mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.» Cristo dice «está bien», y son esas palabras las que necesitamos en nuestra vida para ser sanados por Él.?Busquemos salir al paso de Cristo tal como somos, no tengamos miedo de Él, pues lo único que quiere es sanarnos. Está en nosotros querer salir desde nuestras miserias para ser sanados y para que nos llene de su amor.
«La esperanza cristiana se basa en la fe en Dios que siempre crea novedad en la vida del hombre, crea novedad en el cosmos. Nuestro Dios es el Dios que crea novedad, porque es el Dios de las sorpresas.?No es cristiano caminar con la mirada dirigida hacia abajo —como hacen los cerdos: siembre van así— sin levantar los ojos hacia el horizonte. Como si todo nuestro camino se apagase aquí en el palmo de pocos metros de viaje; como si en nuestra vida no hubiese ninguna meta y ningún desembarque, y nosotros estuviésemos obligados a un eterno vagar, sin alguna razón para nuestras muchas fatigas. Esto no es cristiano».
?(Audiencia de S.S. Francisco, 23 de agosto de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
?Buscar un tiempo para estar con Jesús Eucaristía, presentándome con todo lo que soy y pedirle la gracia de que me sane y me llene de su gran amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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