En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, tuyo soy, para ti nací, ¿qué quieres de mí? Quiero cumplir tu voluntad en cada momento de mi vida. Tal vez, como tus apóstoles, soy débil y no soy capaz de darte todo. Conozco bien que soy una creatura de barro. Por eso vengo a ponerme delante de ti, para que seas Tú quien me indique qué es lo que quieres de mí. Yo soy capaz de hacer grandes y heroicas promesas, pero necesito que llenes mi corazón de amor para poder darte con totalidad mi vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 20, 17-28
En aquel tiempo, mientras iba de camino subiendo a Jerusalén, Jesús llamó aparte a los Doce y les dijo: “Ya vamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día, resucitará”.
Entonces se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: “¿Qué deseas?”. Ella respondió: “Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino”. Pero Jesús replicó: “No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que Yo he de beber?”. Ellos contestaron: “Sí podemos”. Y él les dijo: “Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado”.
Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, ¿cómo vivías con tus discípulos? Quiero contemplar, por un instante esos momentos tan familiares y tan profundos. A veces puedo pensar que eras una persona infatigable, pero ¿cómo eras? Tú, eras el maestro y sin embargo te veo en la última cena lavando los pies de tus discípulos, y dejando a Juan recostarse en tu pecho… y no me es difícil imaginar las largas caminatas, llenas de cordialidad. Puedo pensar, en la paciencia que tendrías al escuchar a tus discípulos y sin duda te reirías, internamente, de la valentía de la madre de los Zebedeos ante tal petición… en fin, no dudo que más que un Señor, serías un gran Amigo.
Y hoy, al arrodillarme delante de la cruz y ver que diste tu vida por mí, veo algo más que una imagen fría, veo a un Dios, a un amigo que lo dio todo por mí, hasta la última gota. Sé que estás aquí para ser mi amigo. Es verdad que mis sentidos no te perciben, pero al igual que tus discípulos puedo gozar de este rato de oración, puedo escucharte, puedo descansar en tu pecho, en tu corazón y gozar de este momento. Te abro mi corazón y te pido ser santo. Sí, es un poco atrevida la petición y no sé si soy capaz de compartir tu sufrimiento, pero Tú has dicho que tocásemos a la puerta y para eso estoy aquí.
Te amo, Jesús, con todo mi corazón, con la sencillez de un niño y estoy aquí para pasar un rato con mi mejor amigo, con el auténtico amigo. No quiero hacer grandes cosas sino quiero vivir cada instante con pasión, hasta la más mínima cosa, pues cada instante es un regalo de tu amor.
«Un corazón tibio se encierra en una vida perezosa y sofoca el fuego del amor. El que es tibio vive para satisfacer sus comodidades, que nunca son suficientes, y de ese modo nunca está contento; poco a poco termina por conformarse con una vida mediocre. El tibio reserva a Dios y a los demás algunos “porcentajes” de su tiempo y de su corazón, sin exagerar nunca, sino más bien buscando siempre recortar. […] Hay una segunda tentación en la que se puede caer, no por ser pasivos, sino por ser “demasiado activos”: es la de pensar como dueños, de trabajar sólo para ganar prestigio y llegar a ser alguien. Entonces, el servicio se convierte en un medio y no en un fin, porque el fin es ahora el prestigio, después vendrá el poder, el querer ser grandes. “Entre vosotros —nos recuerda Jesús a todos— no será así: el que quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor”. Así se edifica y se embellece la Iglesia».
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de octubre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a vivir con especial alegría, pues la vida del cristiano es un servir con alegría a ejemplo de Jesús.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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