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El instrumento del amor de Dios
Identidad

El instrumento del amor de Dios

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que cada vez que te invoque pueda recordar todo lo que has hecho por mí. Ayúdame a ponerme de pie cuando me necesites y que me deje guiar a donde Tú quieras porque, como mi Padre, nunca me dejarás solo, aunque el camino se ponga difícil.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 6-11

Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y fariseos estaban acechando a Jesús para ver si curaba en sábado y tener así de qué acusarlo.

Pero Jesús, conociendo sus intenciones, le dijo al hombre de la mano paralizada: “Levántate y ponte ahí en medio”. El hombre se levantó y se puso en medio. Entonces Jesús les dijo: “Les voy a hacer una pregunta: ¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado: el bien o el mal, salvar una vida o acabar con ella?”. Y después de recorrer con la vista a todos los presentes, le dijo al hombre: “Extiende la mano”. Él la extendió y quedó curado.

Los escribas y fariseos se pusieron furiosos y discutían entre sí lo que le iban a hacer a Jesús.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cristo se enfrenta a gente que, aun en un ambiente religioso, les hace falta ver la vida más con fe. Se preocupan mucho por cumplir con las reglas y seguir los ritos lo más a la letra posible, pero les falta algo y Él quiere que lo noten. Más allá de cumplir reglas y hacer las cosas sin errores está el amor y cuidado por el prójimo que nos necesita. Jesús no tiene miedo de salir al encuentro del paralítico y, además, pedirle que sea el centro de atención convirtiéndose en instrumento del amor de Dios. Él era una persona enferma y con su enfermedad se hizo una oportunidad para que Dios actuara en él, y a través de él, pudiera hablar a los demás.

Me viene a la mente como el rol del sacerdote en la comunidad cristiana es semejante al del paralítico porque él no ha sido elegido por sus grandes dones, por hacer todas las cosas bien, sino por amor, Dios lo miró y lo llamó para que fuera un instrumento de su obra de salvación. No importa que tan pecador sea si se deja tocar por la gracia de Dios y deja que Él lo convierta en pecador misericordioso para que la gente que lo vea y escuche pueda ver y escuchar las maravillas que Dios ha obrado en su vida.

En este día pidamos por los sacerdotes para que nunca pierdan de vista qué lo más importante de sus vidas es su servicio al prójimo, y que a pesar de sus imperfecciones pueden dejarse transformar por Cristo y convertirse en mensajeros de su amor misericordioso. Pidamos también por los sacerdotes que no han sabido dejarse guiar por Cristo y de alguna manera han herido a otros, que Él toque sus corazones y les dé la gracia de la conversión.

«Ser cristiano no es sólo cumplir los mandamientos: hay que cumplirlos, eso es cierto; pero si te detienes ahí, no eres un buen cristiano. Ser un buen cristiano es dejar que el Espíritu entre en ti y te lleve, te lleve donde quiera. En nuestra vida cristiana muchas veces nos detenemos como Nicodemo, ante el «por lo tanto», no sabemos qué paso dar, no sabemos cómo hacerlo o no tenemos la confianza en Dios para dar este paso y dejar entrar al Espíritu. Nacer de nuevo es dejar que el Espíritu entre en nosotros y que sea el Espíritu quien me guíe y no yo, y aquí, libre, con esta libertad del Espíritu que nunca sabrás dónde acabarás».
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de abril de 2020, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Voy a hablarle a alguien con el que no he hablado por un largo tiempo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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