Hoy es un día de recogimiento, de acompañar a Jesús en su dolor, en su sufrimiento, en su muerte. Hoy le acompañamos en su juicio ante Pilato, en la flagelación y coronación de espinas, en su camino al Calvario y en la cruz. Nuestra oración de hoy ha de ser de contemplación, de agradecimiento, de intimidad.
“ ¡Adorámoste, Cristo Jesús!
Te adoramos, nos ponemos de rodillas.
No hallamos palabras ni gestos suficientes
para expresarte la veneración,
con la que nos sentimos
compenetrados ante tu cruz;
con la que nos sentimos
compenetrados ante tu humillación
hasta la muerte;
con la que nos sentimos
compenetrados ante el don de la redención,
ofrecido a toda la humanidad
—a todos y a cada uno—
mediante la sumisión total e incondicionada
de tu voluntad a la voluntad del Padre.
«Porque, amó tanto Dios al mundo que le dio su unigénito Hijo» (Jn 3, 16).
Y el Hijo. Cristo Jesús, «a pesar de tener la forma de Dios, no reputó como botín (codiciable) ser igual a Dios; antes… tomando la forma de siervo… se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz…» (Flp 2, 6-8).
Por esto precisamente se ha convertido en el Señor de nuestras almas: Redentor del mundo. Y precisamente por esto nos ha revelado hasta lo último el amor de Dios al hombre: el amor del Padre. Lo ha revelado en Sí mismo: en Sí, obediente hasta la muerte. Lo ha revelado, asumiendo la condición de siervo: de aquel Siervo de Yavé ya anunciado por Isaías:
«El soportó nuestros sufrimientos y cargó nuestros dolores, mientras que nosotros le tuvimos por castigado, herido por Dios y abatido. Fue traspasado por nuestras iniquidades y molido por nuestros pecados. El castigo de nuestra paz fue sobre él, y en sus llagas hemos sido curados. Todos nosotros andábamos errantes como ovejas, siguiendo cada uno su camino, y Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos nosotros.
»Maltratado, mas él se sometió, no abrió la boca, como cordero llevado al matadero, como oveja muda ante los trasquiladores. Por la fatiga de su alma verá y se saciará de su conocimiento. El Justo, mi Siervo, justificará a muchos y cargará con las iniquidades de ellos. Por eso Yo le daré por parte suya muchedumbres, y dividirá la presa con los poderosos por haberse entregado a la muerte y haber sido contado entre los pecadores, llevando sobre Sí los pecados de muchos e intercediendo por los pecadores» (Is 53, 4-7. 11-12).”
ALOCUCIÓN DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II AL FINAL DEL VÍA CRUCIS EN EL COLISEO,
Viernes Santo, 17 de abril de 1981. Texto completo
Comentarios al autor Contemplando la Semana Santa
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