En su obra “Sola por elección. Madre por elección. Cómo las mujeres están eligiendo la maternidad fuera del matrimonio y creando una nueva familia americana”, la profesora de estudios de la mujer del Wellesley College, Rosanna Hertz, afirma con rotundidad que los padres simplemente no son necesarios.
El núcleo familiar es el constituido por la madre y el hijo. Los hombres en el mundo actual están obsoletos.
En la misma línea, Peggy Drexler, profesora de la Universidad de Cornell, en su libro: “Educando a los niños sin hombres”, mantiene la bondad de criar a los hijos sin la presencia de un padre, por madres solteras o parejas de lesbianas[2].
La presencia y papel del padre, incluso en la procreación y maternidad, se considera perfectamente prescindible. Hay madres solteras que instrumentalizan a los padres biológicos, a los que no permiten participar luego en su vida y que no tienen ningún derecho sobre el niño. Estas mujeres, puesto que ellas han decidido solas el momento de su fecundidad, ocultándolo al padre, consideran al niño como un bien propio y exclusivo. Por otra parte, la ingeniería genética amenaza con su total sustitución, las técnicas de laboratorio han logrado que el origen y dependencia de un padre se esfumen definitivamente[3].
En este ambiente, madres solteras, abandonadas, separadas o divorciadas intentan criar solas a sus hijos con la creencia infundada de que ellas se bastan y sobran. Idea que es absolutamente errónea, puesto que la función materna y la función paterna no son iguales ni intercambiables. Es indiscutible que el desarrollo emocional de los niños está en directa relación con la cariñosa, educativa, disciplinante e imprescindible interacción constante de ambos progenitores.
En Estados Unidos, según estadísticas recientes, uno de cada tres niños crece sin padre actualmente (dos de cada tres, si nos referimos a niños pertenecientes a minorías). Esta constituye la tendencia demográfica más perjudicial de esta generación: hay 24,7 millones de niños norteamericanos en esta situación(36,3%)
un número mayor que el de americanos afectados por cáncer, Alzheimer y SIDA juntos[4].
El Dr. Wade Horn, fundador de la National Fatherhood Initiative (NFI) afirma que hoy en día 25 millones de niños norteamericanos tienen más posibilidades de ver un padre en la televisión que en su propio hogar. Aproximadamente un 40% de
niños norteamericanos nacen actualmente fuera del matrimonio, lo que normalmente significa muy poca o ninguna relación con el padre biológico[5].
Según Blankenhorn, en este siglo la sociedad se dividirá prácticamente al 50% en dos grupos diferenciados, no por razón de raza, clase o religión, sino por el patrimonio vital que diferenciará a aquellos que crecieron con padre de aquellos
que carecieron del mismo[6]. Cuando en una sociedad el fenómeno de la ausencia paterna adquiere carácter masivo, deben esperarse consecuencias no sólo en el devenir psicológico del individuo, sino también a nivel social.
Problemas de los niños y jóvenes sin padre
El efecto de la ausencia de padre en la salud y bienestar de los niños es muy negativo[7].Diversos estudios muestran cómola carencia de padre está en la base de la mayoría de los problemas sociales actuales más urgentes, desde la pobreza y la delincuencia, hasta el embarazo de adolescentes, abuso infantil y violencia doméstica[10.] Hace treinta años se pensaba que los motivos principales de las conductas conflictivas de los chicos se encontraban en la pobreza o discriminación.
Hoy se sabe, como señala el Dr. Dobson, que sin la guía y dirección de un padre, la frustración de los muchachos les conduce a variadas formas de violencia y comportamiento asocial[8].
El sociológo, Duncan Timms (University of Stockholm, 1991) realizó un seguimiento de todos los niños nacidos en Suecia en 1953 durante 18 años. Se le hizo un psicodiagnóstico a cada uno de estos 15.000 niños a intervalos regulares.
Los que presentaron un grado mayor de disfunción psicológica fueron varones nacidos de madre soltera y que crecieron sin padre. Son convergentes con estas conclusiones los resultados de un seguimiento de más de 17.000 menores de 17 años que realizó en Estados Unidos el National Center for Health Statistics
(1988 National Health Interview Survey of Child Health): el riesgo de disfunción psicológica (problemas emocionales y/o de conducta) es significativamente más alto para niños que han crecido sin padre (entre 2 y 3 veces más alto) (Dawson, 1991).
Ronald y Jacqueline Angel, investigadores de la Universidad de Texas, publicaron un trabajo en 1993 en el que evalúan los resultados de todos los estudios cuantitativos que analizaron los efectos de la ausencia paterna: «El niño que crece sin padre presenta un riesgo mayor de enfermedad mental, de tener dificultades para controlar sus impulsos, de ser más vulnerable a la presión de sus pares y de tener problemas con la ley. La falta de padre constituye un factor de riesgo para la salud mental del niño».
Diversas estadísticas demuestran que los adolescentes sin padre: se embarcan antes y en mayor medida en experiencias sexuales; tienen mayor riesgo de abusar de drogas como el alcohol y la marihuana; tienen más posibilidades de sufrir enfermedades mentales y suicidarse; sufren más proporción de abandono escolar y criminalidad (estos efectos se agudizan cuando se trata de niños que experimentaron el divorcio de sus padres siendo menores de cinco años[9]); la mayoría de los niños con carencias afectivas por parte de su padre sufren problemas de identidad sexual y emocionales, como ansiedad y depresión; son
menos solidarios y empáticos y tienen significativamente menos capacidad intelectual[10]. Son más agresivos, tienen menos autocontrol y escaso sentido de culpabilidad[11].
En general necesitan más ayuda psiquiátrica. El 80% de los adolescentes en hospitales psiquiátricos provienen de familias rotas[12]. En 1988, un estudio realizado sobre niños de preescolar en tratamiento psiquiátrico en los hospitales de
Nueva Orleans descubrió que cerca del 80% provenían de hogares sin padre[13].
En EEUU, el 29.7% de los niños sin padre y el 21.5% de los hijos de padres divorciados que viven solo con su madre han repetido al menos una vez curso, en comparación con el 11,6 % de los que viven con su padre y su madre biológicos [14]. También acceden menos a la Universidad[15]. Un estudio realizado sobre 156 víctimas de abusos sexuales mostró que la mayoría pertenecían a familias sin padre[16].
El 43% de los muchachos en prisión crecieron en hogares monoparentales[17]. El 72% de los chicos que han cometido algún asesinato y el 60% de los que cometieron violación crecieron sin padre[18]. El porcentaje aumenta cuando se
refiere a niños y jóvenes de color[19].
Según el Dr. Muñoz Farias, los niños que crecen sin una figura paterna, generalmente evidencian trastornos en la adolescencia porque no encuentran una identidad:“Los jóvenes sufren de inseguridad, soledad y depresión, que pueden plasmarse en el fracaso escolar, consumo de drogas y vagancia. En definitiva, no
tienen la capacidad para controlar sus impulsos y no pueden autorregularse”.
Estos niños, luego en la edad adulta tendrán dificultad para ejercer debidamente la paternidad por falta de ejemplos masculinos. Según el sociólogo Peter Karl, los niños que pasan más del 80% del tiempo con mujeres, luego en la madurez no
saben cómo actuar como hombres.Estos jóvenes crecen como padres deformados porque a ellos mismos se les privó de un comportamiento paterno ejemplar. Y es absolutamente erróneo pensar que la función materna puede llenar ese vacío.
Padres desprestigiados: La muerte social del padre
Actualmente, muchas familias sufren el denominado por los psicólogos “síndrome de la función paterna en fuga”: aunque el padre está presente físicamente, no ejerce su papel.
La gran pérdida cultural no es del padre en sí mismo, sino de la paternidad como función insustituible y esencial. Sufrimos actualmente lo que David Gutmann denomina la «desculturización de la paternidad».Cuyo principal y más patente
resultado es la fragmentación de la sociedad en individuos atomizados, aislados unos de otros, y extraños a las necesidades y bienestar que demanda la familia, la comunidad, la nación.
La sociedad ha devaluado progresivamente la función paterna y ha rechazado la figura del padre como limitador o instancia de frustración del hijo. El modelo social ideal y dominante es el consistente en la relación madre-hijo. Y el padre solo es
valorado y aceptado en la medida en que sea una especie de “segunda madre”; papel éste exigido en muchas ocasiones por las propias mujeres que les recriminan no cuidar, atender o entender a los niños exactamente como ellas lo hacen. Los hijos captan estas recriminaciones y pierden el respeto a los padres a
los que consideran inútiles y patosos en todo lo que tenga que ver con la educación y crianza de los niños.En palabras de Anatrella: “Es el inoportuno, el no deseado, aquel que no tiene espacio entre la madre y el hijo. Debe ser el espectador benévolo de la pareja madre/hijo”.
Reina la idea roussoniana de que la dirección y el consejo paterno impiden el crecimiento corporal y anímico del niño. En este clima social imperante el padre siente su propia autoridad como un lastre y su ejercicio le genera mala conciencia, por lo que intenta ir de “amigo” de su hijo en lugar de ejercer la función paterna que le corresponde[20]. Los padres de parejas separadas o divorciadas que solo ven a sus hijos algún fin de semana, acaban cambiando la relación padre-hijo por una relación de “colegas”. En lugar de ayudar con los deberes o formar en valores llevan a sus hijos de compras, al cine o a cenar[21]. Los estudios demuestran que en muchos casos los padres divorciados poco a poco van perdiendo el contacto hasta que finalmente dejan de ver a sus hijos definitivamente[22].
No obstante, a pesar de la extendida ausencia física del padre y de la devaluación de la función paterna debida a la crisis de identidad que actualmente sufren los varones, las estadísticas muestran cómo, por regla general, van en aumento las
cifras de hombres que desean implicarse junto a su mujer y que además de trabajar fuera de casa han asumido con responsabilidad y compromiso la tarea de criar a sus hijos y colaborar en las tareas del hogar[23]. Sin embargo, muchos de ellos, aunque manifiestan una clara preocupación por el bienestar y por la educación de sus hijos, no saben cómo ejercer correctamente su papel, muchas veces porque las mujeres les exigen un comportamiento según las pautas femeninas, lo que les genera frustración, desánimo e incomprensión.
Notas
[1] T. Anatrella, La diferencia prohibida, ed. Encuentro, 2008.
[2] Citado por K.Parker, Save the males, ed.Random House, 2008, p.82.
[3]“El instinto maternal me llamaba cada vez más y no estaba dispuesta a esperar más
tiempo a encontrar el hombre adecuado”. Esta es la respuesta que ofrecen la mayoría de
las madres que han recurrido a la adopción, la inseminación artificial o han tenido
relaciones sexuales que han dado como fruto un hijo y no han avisado al padre de la
situación. Las cifras del Instituto de la Mujer reflejan que el número de personas en esta
situación no deja de crecer. Mientras en el 2002 había 33.000 madres “por elección”,
como se autodenominan en internet, el año 2009 se contabilizaron 81.000.
[4]Promoting Responsible Fatherhood Initiative, United States Department of Health and
Human Services, 2006.
[5]J. A. Martin, B. E. Hamilton, P. D. Sutton, S. J. Ventura, et al, Births: Final Data for 2006.
National Vital Statistics Reports: Volume 57:7. Hyattsville, MD: National Center for Health
Statistics. 2009. The exact proportion is 38.5%. Among white children, 26.6% are born out
of wedlock.
[6] D. BLANKENHORN, Fatherless America, Confronting our most urgent social problem,
New York: HarperCollins Publishers, 1995
[7] Datos extraídos de National Fatherhood Initiative, http://www.fatherhood.org
[8] J.DOBSON, Bringing up boys, ed. Tyndale, 2001, pág.56.
[9]David M. FERGUSSON, John HORWOOD and Michael T. LYNSKY, «Parental
Separation, Adolescent Psychopathology, and Problem Behaviors,» Journal of the
American Academy of Child and Adolescent Psychiatry 33 (1944).
[10]Greg L. DUNCAN, Jeanne BROOKS-GUNN and Pamela KATO KLEBANOV,
«Economic Deprivation and Early Childhood Development,» Child Development65 (1994).
[11]E.M. HETHERINGTON and B. MARTIN, «Family Interaction» in H.C. Quay and J.S.
Werry (eds.), Psychopathological Disorders of Childhood. (New York: John Wiley & Sons,
1979)
[12]J.B. ELSHTAIN, «Family Matters…», Christian Century, July 1993. William GALSTON,
Elaine KAMARCK. Progressive Policy Institute. 1993
[13]Jack BLOCK, et al. «Parental Functioning and the Home Environment in Families of
Divorce,» Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 27 (1988).
Nicholas ZILL, Donna MORRISON, and Mary Jo COIRO, «Long Term Effects of Parental
Divorce on Parent-Child Relationships, Adjustment and Achievement in Young Adulthood.»
Journal of Family Psychology 7 (1993).
[14]WALLERSTEIN, Family Law Quarterly, 20. (Summer 1986).
[15]J. Debra DAWSON, «Family Structure and Children´s Well-Being», Journals of
Marriage and Family, No. 53. (1991).
[16] Beverly GOMES-SCHWARTZ, Jonathan HOROWITZ, and Albert P. CARDARELLI,
«Child Sexual Abuse Victims and Their Treatment,» U.S. Department of Justice, Office of
Juvenile Justice and Delinquency Prevention.
[17]US Bureau of Justice Statistics, Survey of State Prison Inmates. 1991.
[18]D. CORNELL (et al.), Behavioral Sciences and the Law, 5. 1987. And N. DAVIDSON,
«Life Without Father,» Policy Review. 1990. Alan BECK et al., Survey of Youth in Custody,
1987, US Bureau of Justice Statistics, 1988.
[19]Tom LUSTER and Hariette PIPES MCADOO, «Factors Related to the Achievement
and Adjustment of Young African-American Children.» Child Development 65 (1994):
1080-1094
[20] Como afirma F. Savater: “El padre que no quiere figurar sino como ´el mejor amigo de
sus hijos´, algo parecido a un arrugado compañero de juegos, sirve para poco…Y desde
luego las instituciones públicas de la comunidad sufren una dura sobrecarga pues cuanto
menos padres quieren ser los padres más paternalista se exige que sea el Estado”. (El
valor de educar, ed.Ariel, Barcelona, 2004, pág.63)
[21]F. FURSTENBERG, A. CHERLIN, Divided Families . Harvard Univ. Press. 1991.
[22]William AQUILINO, Later Life Parental Divorce and Widowhood, Journal of Marriage
and the Family 56. 1994.
[23] En casi la mitad de los hogares, los hombres participan corresponsablemente en
estas actividades, ya sea porque lo hacen de una manera equitativa con su pareja o bien
porque toman ellos la iniciativa. En estos hogares, por ejemplo, un 43% de los padres se
distribuyen equitativamente con la madre la tarea de leer cuentos a sus hijos, y un 16% de
los padres lo hacen con carácter preferente. En los hogares donde el progenitor tiene
estudios primarios el grado de corresponsabilidad es menor. Un 29% de padres participa
equitativamente en esta tarea, y solo un 8,9% la asume como principalmente propia. El
reparto más igualitario de tales actividades probablemente contribuya a incrementar la
dedicación conjunta, y por tanto acarree mayores beneficios al niño, al ser el grado de
compromiso paternal el que se aproxima a los estándares que mantiene la madre, más
que lo contrario. Datos extraídos del Informe de la Fundación de la Obra Social de la
Caixa, Infancia y futuro, Nuevas realidades, nuevos retos, Colección estudios sociales, n.
30, 2010.
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