Jesús llama
Jesús «al pasar» les llamó y le siguieron. Pero, siendo más precisos, la llamada se produjo después de la primera pesca milagrosa. Sólo al final de ella se brota la decisión clara de Simón, Andrés, Juan y Santiago de dejarlo todo y de seguir a Cristo.
Jesús enseña
Sucedió que, estando Jesús junto al lago de Genesaret, la multitud se agolpaba a su alrededor para oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban a la orilla del lago; los pescadores habían bajado de ellas y estaban lavando las redes. Entonces subiendo en una de las barcas que era de Simón, le rogó que la apartase un poco de tierra. Y sentado, enseñaba desde la barca a la multitud.
La obediencia de los apóstoles
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Guía mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca. Simón le contestó: Maestro, hemos estado fatigándonos durante toda la noche y nada hemos pescado; pero no obstante, sobre tu palabra echaré las redes. Y habiéndolo hecho recogieron gran cantidad de peces, tantos que las redes se rompían. entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que vinieran y les ayudasen. vinieron y llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían. Cuando lo vio Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, que soy un pobre pecador. Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos estaban con él, por la gran cantidad de peces que habían capturado. Lo mismo sucedía a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Entonces Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serán hombres los que has de pescar. Y ellos, sacando las barcas a tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron»(Lc).
Jesús conoce el corazón humano; y la pesca milagrosa será un signo importante para la vocación de aquellos cuatro pescadores.
Los símbolos
Todo lo que sucede alrededor de la pesca milagrosa es como hablar con símbolos muy expresivos. Primero les pide prestada la barca y les da la alegría de poder hacer un favor al Maestro. Después le escuchan y su alma se conmueve. Remar mar adentro les representa una pequeña molestia, recompensada por la buena compañía. La petición de lanzar la red ya es más arriesgada pues requiere fiarse de Jesús en algo en lo que ellos son expertos y que va contra la experiencia de pescar de día; más aún, cuando en toda la noche no han pescado nada. Pero dan el paso porque creen en Jesús. Sólo entonces se da la pesca abundante y desproporcionada. Entonces se dan cuenta del milagro. Pedro se sobrecoge, se siente tocado por Dios, y expresa de un modo admirable lo que todos sienten: «Apártate de mí, Señor, porque soy un hombre pecador». Ha percibido la luz de la divinidad y con ella el contraste de su pequeñez y miseria; dice a Jesús que se aparte porque él no se considera digno, a la vez que se acerca más a él; y la decisión de entregarse dejándolo todo se hace irrevocable. ¿Cómo negarse ahora a acceder a la petición que le hace el Maestro?
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