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Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa
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Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa

Del santo Evangelio según san Mateo 9,1-8
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces, le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados». Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema. Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: «Tus pecados te son perdonados», o «Levántate y camina»? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.

Oración introductoria

Jesús, me encuentro hoy en tu presencia, sabiendo que entre todas las personas de este mundo, Tú me amas personalmente a mí y me escuchas en este momento. Dame la fe para creer en tu amor como creyó el paralítico del evangelio. Él no se esperaba este milagro de tu amor, pero sabías que lo necesitaba; aunque yo no te pida lo que más me conviene, sé que Tú me lo darás y, por esto, te doy las gracias. Gracias también por perdonar mis faltas y pecados, como lo hiciste con este enfermo.

Petición
Jesús, concédeme hacer la experiencia de tu amor misericordioso.

Meditación del Papa Francisco
A través de los Sacramentos de la iniciación cristiana, el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, el hombre recibe la vida nueva en Cristo. Ahora bien, todos lo sabemos, llevamos esta vida “en vasijas de barro”, todavía estamos sometidos a la tentación, al sufrimiento, a la muerte y, a causa del pecado, podemos incluso perder la vida nueva. Por esta razón el Señor Jesús ha querido que la Iglesia continúe su obra de salvación, incluso a través de sus propios miembros, en particular con el sacramento de la Reconciliación y la Unción de los Enfermos, que pueden unirse bajo el nombre de «Sacramentos de curación». El Sacramento de la Reconciliación es un sacramento de curación, cuando voy a confesarme es para curarme, curarme el alma, curarme el corazón, de algo que he hecho que no está bien. El icono bíblico que mejor los expresa, en su profundo vínculo, es el episodio del perdón y la curación del paralítico, donde el Señor Jesús se revela al mismo tiempo médico de las almas y de los cuerpos. (Catequesis de S.S. Francisco, 19 de febrero de 2014).

Reflexión
En medio del trabajo y del ruido, poco a poco se nos va olvidando la conciencia de ser pecadores, personas necesitadas de perdón. Dios nos recuerda nuestras propias faltas en nuestra conciencia; pero no se queda ahí: Él mismo está dispuesto a curarnos y a ayudarnos a levantarnos cada día más de nuestros defectos. Es necesario que pidamos siempre perdón a Dios por Jesucristo. Él tiene el poder de devolvernos la salud, tanto espiritual como corporal. «Al que más se le perdona, más ama» dice en otro lugar del evangelio. Sintámonos, pues, perdonados, para agradecerle todos los días su amor.
 

Propósito
Me acercaré a la confesión, para que Jesús cure mi alma.

Diálogo con Cristo
Jesucristo, yo sé que a veces te he fallado, quizá muchas de ellas por ignorancia. Ahora, que sé que tu amor no se cansa de perdonar, quiero decirte que tampoco yo me cansaré de amarte. Hoy me acerco a tu misericordia. Ayúdame a rezar más y a ver en esa oración lo que debo cambiar. Eso que sólo Tú y yo sabemos, y que me vas pidiendo día a día. Propongo, con tu ayuda, no volver a pecar o recurrir al sacramento de la reconciliación si tengo la desgracia de perder tu amistad.

Quien ama, ama, y no conoce otra cosa (San Bernardo, In Cant. 83)

Preguntas o comentarios al autor  Samuel Hurtado
 

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