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Mi Maestro y Mi Padre
Identidad

Mi Maestro y Mi Padre

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Mi Maestro ¡cuántas cosas me enseñas cada día con tu palabra! Tu palabra es Evangelio hecho vida. Guía clara, sabia. Y hoy me pongo delante de ti para escucharte con atención; ayúdame a dejar todo lo que me impide aprender de ti y nutrir mi corazón, mi mente y mi alma. Estoy delante de ti que eres mi Maestro y mi Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, Jesús habló a la gente y a sus discípulos, diciendo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen. Ellos lían fardos pesados e insoportables y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y ensanchan las franjas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias por la calle y que la gente los llame maestros. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos. Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. No os dejéis llamar consejeros, porque uno solo es vuestro consejero, Cristo. El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este Evangelio nos hablas de quienes se sientan en la cátedra de Moisés, y se hacen llamar Maestros. Nos recuerdas que más que dar clases y hablar mucho, es mejor dar ejemplo de vida. Siempre te ha molestado la hipocresía, el querer aparecer y ser visto por los demás. Me adviertes que no puedo ponerme en el centro como si lo supiera todo. Lamentas que se hagan llamar Maestros cuando no hacen lo que enseñan.

Eres mi Maestro, quien me enseña de la vida, quien me explica cómo se hacen o se viven las situaciones de mi vida. Maestro que admiro porque tiene una enseñanza para cada ocasión. Maestro que sostiene mi conocimiento y lo va iluminando cuando no comprendo.

¡Eres mi Padre! El Padre más amoroso; el Padre que supera a cualquier Padre de la tierra. Graba en mí la verdadera imagen de ti como Padre que me protege, que está a mi lado en cualquier circunstancia, aunque yo no lo comprenda bien. Quiero que tu paternidad me llene de seguridad en mi obrar cotidiano. Que sepa que Tú, como Padre, eres providente y me das todo aquello que necesito y quitas de mi camino lo que me haga daño.

Eres mi consejero. Hoy me aconsejas que es más importante ser servidor de todos y vivir en la humildad. Que mi vida sea un servicio alegre y humilde y que en esta entrega generosa mi recompensa seas Tú. Me pides que no tema vivir en la humildad, en lo secreto. Mi riqueza viene de mi interior donde estás presente en mí. No necesito otros reconocimientos ni títulos. De ahí parte mi servicio a los demás, de ahí parte mi alegría, mi fuerza, mi estabilidad.

«Todos somos hermanos y no debemos de ninguna manera dominar a los otros y mirarlos desde arriba. No. Todos somos hermanos. Si hemos recibido cualidades del Padre celeste, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharnos para nuestra satisfacción e interés personal. No debemos considerarnos superiores a los otros; la modestia es esencial para una existencia que quiere ser conforme a la enseñanza de Jesús, que es manso y humilde de corazón y ha venido no para ser servido sino para servir».
(S.S. Francisco, Homilía del 18 de febrero de 2020).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Cuando me toque enseñar, hacerlo con humildad y modestia. Cuando me toque servir hacerlo con alegría.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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