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Mi mejor amigo. El amor eterno
Identidad

Mi mejor amigo. El amor eterno

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, mírame. Me encuentro aquí una vez más. Verdaderamente Tú haces nuevas todas las cosas. No importa cuántas veces me encuentre otra vez delante de ti. Tú renuevas el encuentro siempre.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 40-45

En aquel tiempo, se le acercó a Jesús un leproso para suplicarle de rodillas: “Si tú quieres, puedes curarme”. Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: “¡Sí quiero, sana!” Inmediatamente se le quitó la lepra y quedó limpio.

Al despedirlo, Jesús le mandó con severidad: No se lo cuentes a nadie; pero para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo prescrito por Moisés”.

Pero aquel hombre comenzó a divulgar tanto el hecho, que Jesús no podía ya entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera, en lugares solitarios, a donde acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Señor, te doy gracias por escucharme cuando te hablo. A veces te siento tan ausente, pero otras veces esa ausencia adquiere un significado. Quiero acercarme a ti como el leproso y pedirte «cúrame Señor», cúrame de todo tipo de desconfianza, de todo tipo de pensamiento que me aleje de ti, que me aleje de la entrega, que me aleje de la caridad.

Somos débiles, todos los seres humanos somos débiles. Pero también tenemos una gran riqueza. Esa riqueza es la capacidad de optar. Una y otra vez podemos decir: quiero. Quiero confiar. Quiero seguir. Quiero volver a caminar, volver a agradecer y volver a construir.

Hoy quiero pedirte la gracia de la confianza en ti. De una confianza que me ponga en movimiento, que me impulse a salir de mí mismo, de la soledad interior, para encontrar a otras personas que también necesitan tu amor.

«Que ninguno responda pero sí se responda en el corazón: ¿habéis sentido vergüenza frente al Señor por vuestros pecados? ¿Habéis pedido la gracia de la vergüenza, la gracia de avergonzaros frente a ti, Señor, que te he hecho esto? Porque yo soy malo: cúrame, Señor. Y que el Señor nos cure a todos porque la vergüenza abre la puerta a la curación del Señor».
(Homilía de S.S. Francisco, 6 de octubre de 2017, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

¿Hay algún miedo que pienso que podría poner en manos de Dios? Ahora puedo ponerlo en sus manos y hacer un propósito para que ese miedo se vuelva positivo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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