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Mi vida, el cielo y la tierra
Identidad

Mi vida, el cielo y la tierra

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor que no sea sordo a tus invitaciones, que me acerque a ti para amarte sin condiciones y que descubra el don que hay en mi para mis hermanos en el mundo. Tanto me has amado que yo quiero comunicar ese amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 28-34

En aquel tiempo, uno de los escribas se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?”. Jesús le respondió: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor; amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que éstos”.

El escriba replicó: “Muy bien, Maestro. Tienes razón, cuando dices que el Señor es único y que no hay otro fuera de él, y amarlo con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Jesús, viendo que había hablado sensatamente, le dijo: “No estás lejos del Reino de Dios”. Y ya nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Es una gracia encontrar gente que tenga una sensibilidad espiritual grande que en su propia vida puedan descubrir las verdades de Dios de manera palpable. En el día a día se puede ver como Dios actúa en la vida de cada uno y que tenemos la obligación de amarlo. Una vida con o sin Dios es muy diferente. El amor a Dios está entrelazado con el amor a los demás porque el que ama verdaderamente a una persona también ama a las personas y cosas relacionadas con el amado. Esta es nuestra tarea como cristianos, que como dice Jesús nos ayuda en nuestro camino al cielo.

Preocuparse por las necesidades de las demás personas es una gran tarea porque no siempre es fácil hacerlo, Cristo mismo dice que quien ama a los que le hacen el bien ¿Qué mérito tiene? Es así como el amor desinteresado que brota de una unión íntima con el Señor se hace presente. Este debe ser nuestro mayor interés porque ayuda a nuestro crecimiento espiritual y a las personas de nuestro alrededor porque el cristiano es una persona que vive con la mirada en el cielo, pero los pies firmes en la tierra. Se preocupa con las cosas espirituales y busca la forma en la que se hagan presente en sus circunstancias.

La unión con Dios no es algo que se dé de un día para otro por lo que necesitamos aprender a hablar y dejarse formar por Dios. Poco a poco nos acercamos más al Señor para que nos ayude e ilumine en nuestro peregrinar hacia el padre.

«Jesús enseñó una vez para siempre que el amor por Dios y el amor por el prójimo son inseparables, es más, se sustentan el uno al otro. Incluso si se colocan en secuencia, son las dos caras de una única moneda: vividos juntos son la verdadera fuerza del creyente. Amar a Dios es vivir de Él y para Él, por aquello que Él es y por lo que Él hace. Y nuestro Dios es donación sin reservas, es perdón sin límites, es relación que promueve y hace crecer. Por eso, amar a Dios quiere decir invertir cada día nuestras energías para ser sus colaboradores en el servicio sin reservas a nuestro prójimo, en buscar perdonar sin límites y en cultivar relaciones de comunión y de fraternidad»..
(Ángelus del Papa Francisco, 4 de noviembre de 2018).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Reflexionar y escribir quien es Dios para mí.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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