Santa Clara
Deuteronomio 4,32-40: “El Señor amó a tus padres y después eligió a sus descendientes”
Salmo 76: “¿Qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?”
San Mateo 16,24-28: “¿Qué podrá dar el hombre a cambio de su vida?”
Inmediatamente después del rechazo a la propuesta de Pedro que se negaba a aceptar la cruz como el camino de salvación, Jesús pone muy claro delante de sus discípulos el camino que Él ha escogido y el camino que también ellos deberán aceptar para ser verdaderos seguidores: “El que quiera venir conmigo que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”. Es una decisión radical, seria y profunda. A veces se le ha interpretado como la aceptación estoica del sufrimiento y de las situación injustas, o el padecer en silencio las injusticias y los atropellos de los tiranos y opresores. Pero cargar la cruz no se refiere a infligirse castigos, culpas o remordimientos propios o ajenos, sino a aceptar la propuesta de Jesús con sus peligros, con su radicalidad y con sus exigencias
La cruz implica un cambio de los valores del mundo por los valores del Reino y trae con frecuencia persecución, incomprensiones y rechazo. Jesús mismo lo padeció y no es que se infligiera graves castigos o buscara las condiciones adversas. Sus enemigos, por lo contrario, lo acusan de vividor y borracho, porque Él vivió plenamente cercano a los hombres de su tiempo, pero sin tener en su corazón las ambiciones y los intereses mezquinos de ellos. Seguir a Jesús no es huir de sí mismo, del mundo o de la vida, sino al contrario: dar sentido a la propia vida, buscar el verdadero aprecio de la humanidad y llenar de los verdaderos valores, toda nuestra vida. Negarse a sí mismo, no es vivir acomplejado y temeroso, es saberse creatura amada por Dios y centrar en el Señor toda nuestra actividad.
Es dejar los criterios mundanos para tener el mismo estilo de vida y los mismos valores de Jesús. Para Él no es importante ni el poder, ni los bienes materiales, ni el disfrutar, sino descubrir en cada persona a un hijo de Dios, acercarse a ella como a un hermano, gozar con las maravillas de su Padre y restablecer la dignidad de cada persona. Implica ciertamente riesgos, pero cuando se ama se pueden superar todos los obstáculos y aún vivir con alegría esos acontecimientos. ¿Cómo es nuestro seguimiento de Jesús? ¿A qué estamos dispuestos por él?
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