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Remover las piedras
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Remover las piedras



31 de marzo de 2024Remover las piedras

Santo Evangelio según San Juan 20, 1-9. Domingo de Pascua.

Por: Cristian Gutiérrez, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.





Cristo, Rey nuestro.


¡Venga tu Reino!





Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)





Señor, necesito encontrarme contigo. Estar en tu presencia es algo que anhela mi alma. Gracias por resucitar y permanecer vivo para siempre junto a mí. Creo que eres mi creador, mi Señor, mi Dios. Confío en ti porque nunca me has decepcionado y, sobre todo, porque Tú también confías en mí. Te amo, mi Dios, y quiero amarte más y más. Dame la gracia de serte siempre fiel y jamás permitas que nada ni nadie me separe de ti.





Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9





El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.





Palabra del Señor.





Medita lo que Dios te dice en el Evangelio





Pueden ser muchas las piedras que no se han removido en mi vida. María Magdalena llega al sepulcro y gracias a que la piedra que tapaba la entrada ya no está en su lugar es que puede salir corriendo a anunciar lo sucedido.





Ojalá que esta Semana Santa no te deje, Jesús, encerrado en el sepulcro. Quitar las piedras que te impiden salir y triunfar en mi vida es un paso importante que hoy me invitas a dar.





Tal vez no me siento capaz de mover esas rocas que tapan el sepulcro. Son demasiado grandes y pesadas para mí. La Magdalena también pensaba eso mientras iba de camino. Sin embargo, fue la fuerza de tu amor, Jesús, la que corrió la piedra dando una señal a las mujeres y a tus apóstoles.





Dame la gracia, Señor, de ir destapando, con tu gracia, el sepulcro de mi alma y dejar que puedas salir con vida. Sólo si sales e iluminas todo mi ser podré realizarme y alcanzar el plan que has logrado para mí. Sólo con tu gracia podré ayudarte a remover las piedras que impiden tu libertad en mí.





Con tu resurrección me enseñas que no se puede vivir en el temor, en la oscuridad, en la muerte. Tú me has abierto el camino a la vida, a la luz, a la resurrección, a la felicidad.





«Preguntémonos si nuestro corazón está abierto a acoger con fe la semilla de la Palabra de Dios. Preguntémonos si nuestras piedras de la pereza son todavía numerosas y grandes; individuemos y llamemos por nombre a las zarzas de los vicios. Encontremos el valor de hacer una buena recuperación del suelo, una bonita recuperación de nuestro corazón, llevando al Señor en la Confesión y en la oración nuestras piedras y nuestras zarzas».


(Ángelus de S.S. Francisco, 16 de julio de 2017).





Diálogo con Cristo





Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.





Propósito





Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.





Hoy agradeceré a Dios durante la misa el que haya resucitado por mí.





Despedida





Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.


Amén.





¡Cristo, Rey nuestro!


¡Venga tu Reino!





Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.


Ruega por nosotros.





En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Amén.



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