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San Juan Bautista: un gran hombre y santo. Modelo de autenticidad
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San Juan Bautista: un gran hombre y santo. Modelo de autenticidad

El nacimiento de Juan Bautista. Juan es su nombre
«Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. El pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre». Y todos quedaron admirados. Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?» Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.»

Reflexión
La devoción a San Juan Bautista está muy arraigada en el corazón del pueblo. Por eso existe tal abundancia de costumbres antiguas y tradiciones populares. Y sin duda, Juan Bautista es un hombre auténtico y completo, un gran profeta y santo.

1. Vocación de Dios
El Evangelio que acabamos de oír nos cuenta del nacimiento de San Juan Bautista. Por lo general, se celebra en la Iglesia el día de la muerte como la gran fiesta de los santos: el nacimiento a la vida eterna. Además de Cristo, sólo de dos personas se celebra con una fiesta propia su nacimiento: de la Sma. Virgen y San Juan Bautista.

¿Por qué la Iglesia recuerda hoy con solemnidad el nacimiento de San Juan Bautista? “Estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre” (Lc 1, 15), le dice el ángel Gabriel a Zacarías, cuando le anuncia el nacimiento de su hijo. Resulta que él fue santificado – por la presencia de Jesús – ya en el vientre de su madre Isabel, cuando María visitó a su prima.

Además, el nacimiento del Precursor fue motivo de inmensa alegría para toda la humanidad, ya que iba a anunciar la llegada del Mesías, del Salvador del mundo.

Circunstancias y signos extraordinarios acompañan el nacimiento de este niño. Por eso los vecinos decían asombrados: “¿Qué llegará a ser este niño? ¿No se ve la mano del Señor en él?” Se dieron cuenta de que Dios había planeado algo singular para él, después de tantos signos.

Evidentemente estamos ante una excepcional vocación de Dios: Dios lo ha llamado a ser su instrumento escogido. Esto lo insinúa también la primera lectura de hoy que nos habla de la vocación del profeta Isaías: “El Señor me llamó desde el vientre de mi madre, desde las entrañas maternas pronunció mi nombre… Desde el seno materno me formó para que fuera su servidor”.

Dios lo ha preparado y llamado, desde el seno materno, a ser el Precursor de su Hijo Jesucristo.

2. Respuesta del llamado
Una vocación divina sólo puede cumplirse, si el instrumento humano acepta plenamente el llamado. En S. Juan Bautista encontramos varias virtudes que son siempre de actualidad para todo seguidor del Señor.

a. Su austeridad de vida, su espíritu de sacrificio
Renuncia a una vida normal. Acepta un camino lleno de renuncias y sacrificios. Los Evangelios recalcan que llevaba un vestido de pelo de camello y su alimento consistía en langostas y miel silvestre: no bebe ni vino ni licor. Y Jesús dice de él que no era un hombre que vestía con refinamiento: “porque los que visten con refinamiento, están en los palacios de los reyes”.
Es decir: lleva una vida sumamente austera, difícil e incómoda para poder cumplir su misión divina.

b. Su humildad
Podía pasar por Cristo o el profeta, pero él afirma que no es más que la voz que clama en el desierto, y que con relación al Mesías no es digno siquiera de desatarle las correas de sus sandalias. Y cuando Cristo ya está presente le cede sus discípulos y afirma “conviene que Él crezca y que yo disminuya”. Sabe, pues, ponerse humildemente en segundo plano, desaparecer, para que resalte la presencia del Señor.

c. Su valentía
Frente a los poderosos de su tiempo: jefes religiosos y políticos. Su valentía en anunciar la verdad y en denunciar las injusticias. Se manifiesta, por ejemplo, cuando dice a los fariseos que van a verlo: “Raza de víboras, ¿acaso podrán escapar del castigo que se os viene encima?”
Y al rey Herodes reprende públicamente por el escándalo de tener por esposa a la mujer de su hermano. Esta denuncia le costará más tarde incluso la vida.

d. Su inflexibilidad
Es también puesta de relieve por Cristo: “¿Qué salisteis a ver al desierto: una caña agitada por el viento?”
Por eso, mereció el mayor elogio de Jesús: “Es un profeta, y mucho más que un profeta. Entre los nacidos de mujer, no ha surgido uno mayor que Juan el Bautista”.

3. Su mensaje y misión: insistencia en la conversión
Si Dios llama, es para confiar un mensaje, una misión. La misión de San Juan Bautista es preparar los caminos del Señor. Por eso es el gran profeta del cambio y la conversión. Sacude a sus contemporáneos, les exige justicia y amor solidario y los invita a volver a Dios.

La renovación interior, el cambio de mentalidad y de vida – es también un mensaje de permanente actualidad. El cristiano de hoy también debe preparar la llegada de Jesucristo: sanear el ambiente (justicia y verdad), desarraigar todo lo que impide la vida cristiana. Porque el cristianismo no consiste en buenas apariencias exteriores, sino en la coherencia de nuestra vida diaria con nuestra convicción interior.

4. Su mensaje para nosotros
La vida de este gran hombre santo tiene que cuestionarnos. Nos hace preguntar:

1. ¿Cómo vivimos nosotros nuestra vocación de cristianos?
2. ¿Cómo vivimos nuestra vocación a la santidad?
3. ¿Estamos dispuestos a vivir en la austeridad, en la humildad, con valentía?
4. ¿Cómo preparamos los caminos del Señor en nuestra sociedad, nuestras familias, en nuestros lugares de trabajo, en nuestra vecindad?
5. ¿Somos profetas y actores del cambio y de la conversión, empezando con nosotros mismos, con nuestra autoeducación y también en la educación de nuestros hijos (en contra de muchas corrientes de nuestra sociedad actual)?

¡Reflexionemos un momento sobre esto!

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Padre Nicolás Schwizer
Instituto de los Padres de Schoenstatt

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