En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Vengo, Señor, a encontrarme contigo en la oración. Sé que estás aquí presente que me ves y que me escuchas. Gracias a esta meditación entraré a dialogar contigo, escucharé lo que me quieres decir y te conoceré más plenamente. Concédeme la dicha de amarte cada día más
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 6, 36-38
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Sean misericordiosos, como su Padre es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den y se les dará: recibirán una medida buena, bien sacudida, apretada y rebosante en los pliegues de su túnica. Porque con la misma medida con que midan, serán medidos».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cuando era niño jugaba un juego que decía: «Botellita de jerez, botellita de jerez, todo lo que me digas será al revés.» Es curioso, pero nunca se ha visto que alguien que siembre manzanas reciba mangos, o que alguien que plante un peral reciba al fin de la cosecha cocos. En el común de los casos cada uno recibe lo que ha sembrado.
Lo que Jesús nos enseña va más allá que una técnica de cultivo o una ley matemática. Donde siembres amor, cosecharás amor. Todos sus mandatos se rigen bajo el criterio del amor y de la misericordia. Dios es amor y misericordia.
Este Evangelio debe darnos una gran paz en el alma. Dios, al final de nuestra vida nos dará solamente lo que nosotros le hemos dado a los demás. No es tiempo perdido. Aún es temporada de sembrar amor y misericordia. Es tiempo de perdonar, de disculpar, de no juzgar. Es tiempo de dar, de ser generosos, de ser compasivos, como nuestro Padre del Cielo es misericordioso.
Pidámosle a María que nos conceda la gracia de tratar a nuestros hermanos como ella trató a Jesús.
«Queridos hermanos y hermanas, la misericordia nunca puede dejarnos tranquilos. Es el amor de Cristo que nos «inquieta» hasta que no hayamos alcanzado el objetivo; que nos empuja a abrazar y estrechar a nosotros, a involucrar, a quienes tienen necesidad de misericordia para permitir que todos sean reconciliados con el Padre. No debemos tener miedo, es un amor que nos alcanza y envuelve hasta el punto de ir más allá de nosotros mismos, para darnos la posibilidad de reconocer su rostro en los hermanos. Dejémonos guiar dócilmente por este amor y llegaremos a ser misericordiosos como el Padre».
(Homilía de S.S. Francisco, 2 de abril de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré un acto de caridad, con una persona que me caiga mal, como si se lo hiciera al mismo Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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