Daniel 1, 1-6. 8-20: “No hubo ninguno como Daniel, Ananías, Misael y Azarías”
Salmo 3: “Bendito seas para siempre, Señor”
San Lucas 21, 1-4: “Vio una viuda pobre que echaba dos moneditas”
No es nada extraño lo que nos cuenta San Lucas. ¿No lo hemos vivido nosotros de muchas formas? A veces con preocupación, a veces con burla, y otras con desprecio de quienes no son capaces de entenderlo, hemos visto cómo los que menos tienen son los más generosos. Hay quienes se admiran de la generosidad o, algunos dicen, de la imprudencia, para hacer partícipes a los otros de lo poco que tienen. Su casa está siempre abierta, no hay candados ni cadenas, no hay guardianes. Su casa, igual que su corazón, está abierta para el que lo necesita. Lo he experimentado vivamente cuando visito sus comunidades, cuando comparten conmigo su tortilla o su frijol, cuando me ofrecen el cuartito que ocupa toda la familia y que en mi visita generosamente me lo dejan para mí solo.
Con un nudo en la garganta, me dejan admirado y lleno de asombro en sus manifestaciones. Cuando hemos pedido apoyos para personas que han sufrido desastres, se desprenden de lo poquito que tienen y lo presentan alegremente. De muchas formas lo he experimentado y nunca me canso de admirarlo. Por eso en este día quisiera darle gracias a Dios porque en los más pequeños me ha mostrado su más grande generosidad y ha sido bueno conmigo. Pero al mismo tiempo es para mí y para todos nosotros una grande enseñanza. Se necesita un corazón grande para desprenderse de lo que nos es indispensable. Se necesita descubrir en el vecino a un hermano para compartir lo único que tenemos. Y el Señor Jesús en esto resume su invitación: no en dar de lo que nos sobra, sino en compartir lo que necesitamos.
¿Cuántas veces damos solamente para salir del paso, pero ofreciendo sólo sobras? ¿Cuántas veces rehuimos los compromisos? Jesús nos enseña que más que cosas, debemos dar nuestra propia persona, que más que buscar provecho, debemos entregarnos sin condiciones y que más que cuidarnos debemos ser generosos sin medida. Contemplemos esta pobre viuda, imaginemos todo lo que ha significado su donación y aprendamos lo que significa que hay más alegría en dar que en recibir.
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