En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, gracias por este momento de calma e intimidad contigo. Ábreme los ojos, para que pueda verte resucitado. Abre mi mente para conocerte. Abre mi corazón, para dejarme amar por Ti. María, que creíste y confiaste en que Jesús podía vencer la muerte, acompáñame en este momento de oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”.
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró.
En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Cómo sabemos que lo que Cristo dijo es verdad? ¿Es Él el Hijo de Dios, o sólo un gran hombre? La gran prueba de que Jesús es Dios y dice la verdad es su resurrección. Si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. En consecuencia, los que murieron con la fe en Cristo han perecido para siempre. Si nosotros hemos puesto nuestra esperanza en Cristo solamente para esta vida, seríamos los hombres más dignos de lástima. Pero no, Cristo resucitó de entre los muertos, el primero de todos. (1 Cor 15,17-20)
Cristo resucitó. Por eso le podemos creer. Si Jesús se hubiera quedado en la tumba, lo que enseñó con su vida y palabras sería algo muy bello, pero no habría garantía de que es verdad, de que si lo seguimos llegaremos a la verdadera felicidad. Pero resucitó. Resucitó, y por eso sabemos que lo que Cristo enseñó y dijo es verdad. Que en verdad son felices los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Felices los que lloran, porque recibirán consuelo. Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Felices los de corazón limpio, porque verán a Dios… (Cf. Mt 5, 1-12)
Porque Jesús resucitó, sabemos que podemos confiar en la Iglesia- a pesar de la debilidad de los que la formamos-, porque Él la guía y la sostiene. ¿Crees que todo lo que Cristo dijo y enseñó es verdad? ¿Qué significa esa fe hoy para ti y para tu familia? Señor, creo, ayúdame porque tengo poca fe (Mc 9, 24).
«Nos pasa también a nosotros cuando nos dan una buena noticia. Antes de acogerla en el corazón decimos: “¿Pero es verdad? ¿Pero cómo lo sabes? ¿Dónde lo has escuchado?”. Lo hacemos para estar seguros, porque si esto es verdad, es una alegría grande. Esto nos sucede a nosotros en lo pequeño, ¡imaginad a los discípulos! Era tanta la alegría que era mejor decir: “No, yo no lo creo”. ¡Pero estaba allí! Sí, pero no podían. No podían aceptar; no podían dejar pasar en el corazón esa verdad que veían. Y al final, obviamente, creyeron. Y esta es la “renovada juventud” que nos dona el Señor. Nosotros estamos acostumbrados a envejecer con el pecado… El pecado envejece el corazón, siempre. Te hace un corazón duro, viejo, cansado. El pecado cansa el corazón y perdemos un poco la fe en Cristo Resucitado: “No, no creo… Sería mucha alegría esto… Sí, sí, está vivo, pero está en el Cielo por sus cosas…”. Pero ¡sus cosas soy yo! ¡Cada uno de nosotros! Pero esta unión no somos capaces de hacerla.»
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de abril de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a visitar a Jesús en la Eucaristía y estaré con Él en silencio unos minutos para dejar que me mire con su mirada cariñosa. Voy a rezar tres aves marías junto con mi familia en algún momento del día.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
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