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Yo tengo en ti mis complacencias
Identidad

Yo tengo en ti mis complacencias

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Otro día que me regalas, Señor. Otro día en el que Tú estás conmigo. Otro día en el que me das la gracia de encontrarme contigo… gracias, Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 1, 7-11

En aquel tiempo, predicaba Juan: «Ya viene detrás de mí otro que es más poderoso que yo, uno a quien no merezco ni siquiera inclinarme para desatarle la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo».

Por esos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Al salir Jesús del agua, vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu en figura de paloma, descendía sobre él. Se oyó entonces una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias».

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Treinta y tres años en silencio… oculto…; sin decir nada. Estabas en el mundo y el mundo no se dio cuenta. Te hiciste hombre y como hombre quisiste vivir. Treinta y tres años en los que a los ojos de los hombres, no hiciste nada impresionante. Sin embargo el Padre observaba…; contemplaba… pero también callaba; hasta que no pudo más y del cielo salió una voz diciendo: «Tú eres mi hijo amado, mi predilecto…».

Con este silencio, Jesús, me revelas que Dios me ama por el simple hecho de ser su hijo. Eso es lo único que se es… eso es lo único que define… es lo único que soy… soy hijo de Dios.

No es lo que hago o lo que tengo lo que me hace lo que soy… aquello se puede acabar, aquello es finito y mi corazón desea algo más, algo que no acabe, que perdure; que sea para siempre. He descubierto que ese algo, Señor, eres Tú.

Dame la gracia, Jesús, de sentirme amado de sentirme mirado por ti. Ayúdame a desechar las máscaras, los disfraces que no permiten, ni siquiera a mí, saber quién soy… Ayúdame, Señor, a sólo revestirme de tu mirada.

«Los hombres de hoy, demasiado acostumbrados a una cultura de la indiferencia, necesitan trabajar y pedir la gracia de hacer la cultura del encuentro, de este encuentro fecundo, de este encuentro que restituya a cada persona la propia dignidad de hijo de Dios, la dignidad de viviente. Estamos acostumbrados a esta indiferencia, cuando vemos las calamidades de este mundo nos limitamos a decir: pero, qué pena, pobre gente, cuánto sufren… para seguir todo recto después. No es suficiente ver, si yo no me paro, si yo no miro, si yo no toco, si yo no hablo, no puedo hacer un encuentro y no puedo ayudar a hacer una cultura del encuentro».
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de septiembre de 2016, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar un misterio del rosario pidiéndole a María la gracia de sentirme verdaderamente hijo de Dios que vive la cultura del encuentro con los demás.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amen.

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