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Cuando, levantéis, Hijo, hombre, sabréis que yo soy
Identidad

Cuando, levantéis, Hijo, hombre, sabréis que yo soy

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, que abra mi corazón a tus inspiraciones, y cumpla siempre tu santa voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 8, 21-30

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Yo me voy y ustedes me buscarán, pero morirán en su pecado. A donde yo voy, ustedes no pueden venir”. Dijeron entonces los judíos: “¿Estará pensando en suicidarse y por eso nos dice: 'A donde yo voy, ustedes no pueden venir'?”. Pero Jesús añadió: “Ustedes son de aquí abajo y yo soy de allá arriba; ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo. Se lo acabo de decir: morirán en sus pecados, porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados”.

Los judíos le preguntaron: “Entonces, ¿quién eres tú?”. Jesús les respondió: “Precisamente eso que les estoy diciendo. Mucho es lo que tengo que decir de ustedes y mucho que condenar. El que me ha enviado es veraz y lo que yo he oído decir a él es lo que digo al mundo”. Ellos no comprendieron que hablaba del Padre.

Jesús prosiguió: “Cuando hayan levantado al Hijo del hombre, entonces conocerán que Yo Soy y que no haga nada por mi cuenta; lo que el Padre me enseñó, eso digo. El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que a él le agrada”. Después de decir estas palabras, muchos creyeron en él.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el Evangelio de hoy Jesús nos anticipa cómo hemos de descubrir su omnipotencia, su realeza, viéndolo elevado, pero en la cruz. Es en el patíbulo donde ha de reinar, donde ha de cumplir la voluntad del Padre. Hoy puede ser un día para contemplar la cruz. Leemos en la primera lectura a Moisés hacer una serpiente y elevándola para quien la viere quedase sanado, y ahora es Cristo quien es elevado en la cruz, y desde allí, quien crea en Él quedará sanado.

«El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo». ¿Cuántas veces nos sentimos solos? Pensemos en las veces que creemos estar solos en medio de las dificultades, pero en realidad Dios nos acompaña, está sentado a nuestro lado y nos consuela. Pero también nos corresponde a nosotros, como buenos cristianos, como hijos amados del Padre, que seamos misioneros de ese amor, que seamos sembradores de paz y alegría, que seamos discípulos misioneros en medio de nuestra familia y en la sociedad.

«Porque yo hago siempre lo que le agrada.», ¿Buscamos agradar a Dios? Nuestra vida ordinaria, nuestras ocupaciones de cada día, son el momento preciso para agradar al que nos amó primero. Busquemos ofrecer cada día, esas cosas que pueden parecer insignificante para el ojo del hombre, pero que, para Dios, si son hechas de cara a Él y con el propósito de ser santos e hijos en el Hijo, estemos seguros de que serán ofrenda agradable.

«La clave de nuestra salvación, la clave de nuestra paciencia en el camino de la vida, la clave para superar nuestros desiertos: mirar el crucifijo. Mirar a Cristo crucificado. ¿Qué debo hacer, padre? Míralo. Mira las llagas. Entra en las llagas. Por esas llagas nosotros hemos sido sanados. ¿Te sientes envenenado, te sientes triste, sientes que tu vida no va, está llena de dificultades y también de enfermedad? Mira ahí. En silencio. Mira. Pero mira, en esos momentos mira el crucifijo feo, es decir el real: porque los artistas han hecho crucifijos bonitos, artísticos, también algunos son de oro, de piedras preciosas. No siempre es mundano: eso quiere significar la gloria de la cruz, la gloria de la resurrección. Pero cuando tú te sientes así, mira esto: antes de la gloria.»
(Homilía de S.S. Francisco, 20 de marzo de 2018, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En mi oración, ante un crucifijo, poner en las manos de Dios todo lo que soy, todo lo que tengo y pedirle que se haga su voluntad y no la mía.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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