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Echar un vistazo al cielo
Identidad

Echar un vistazo al cielo

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Me basta estar en tu presencia, Señor… Hay muchas cosas en mi cabeza, el ruido de mi día… No importa, sólo quiero estar en tu presencia.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 15, 18-21

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que me han odiado a mí antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo. Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió”.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Las cosas hermosas de la vida nos invitan espontáneamente a mirar hacia arriba… a echar un vistazo al cielo. Una canción, un momento, un paisaje, un recuerdo, nos quitan muchas veces el aliento; nos dejan el pensamiento en blanco y nos hacen desear un «no sé qué» que quisiéramos obtener.

Por otra parte las cosas que no son tan hermosas nos roban un grito… nos siembran dudas y expresamos: ¡por qué pasa esto!

En las dos situaciones algo muy dentro de nosotros busca emprender el vuelo. ¿Qué sería una alegría si no hay alguien con quien compartirla? ¿Qué sentido tendría el dolor si no hubiera nadie que lo consolara, que lo sanara?

Qué sería la vida sin la esperanza de poseer aquel «no sé qué» que se desea… ¿Qué sería, Señor?

Gracias, Señor, por esta espontánea invitación de mirar al cielo. Por permitirme admirarme de la belleza de este mundo que me lleva a preguntarme: si esto es bello, ¿cuán bello serás Tú?

Gracias, también, por permitirme experimentar el dolor pues, de igual manera, me hace preguntarme: si el dolor es así de grande, ¿cuánto no será el consuelo que Tú quieres darme?

Finalmente, gracias por me has «separado del mundo», estoy aquí mas no soy de aquí. Estoy aquí mas soy de ti…El «no sé qué» de mi vida sin duda… eres Tú.

«A la Virgen María, Puerta del Cielo, pidamos que nos ayude a aprovechar las ocasiones que el Señor nos ofrezca para pasar el umbral de la puerta de la fe y entrar así en un ancho camino: es el camino de la salvación capaz de acoger a todos aquellos que se dejan incluir por el amor. Es el amor que salva, el amor que ya en la tierra es fuente de bienaventuranza de cuantos, en la mansedumbre, en la paciencia y en la justicia, se olvidan de sí mismos y se entregan a los demás, especialmente a los más débiles».
(Ángelus de S.S. Francisco, 21 de agosto de 2016).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En un momento de oración preguntarme: ¿qué es lo que más deseo en mi vida? Ver si en ese deseo está Dios.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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