En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Me pongo en tu presencia para que me enseñes hoy a orar como Tú enseñaste a tus discípulos. Ilumina mi entendimiento para comprender mejor cómo quieres que ore; moldea mi corazón para que me asemeje más a ti al orar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 6, 7-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así: ‘Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno’. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¡Maestro, enséñanos a orar! ¡Esta es una petición que te hacemos constantemente!
¡Queremos aprender a orar! Es también por eso que nos acercamos a estas y otras meditaciones cada día. Buscamos aprender, buscamos todo lo que nos ayude a orar. Hoy, Jesús, en este Evangelio nos enseñas directamente tu respuesta. Nos das una clase sobre la oración.
Cuando ores di: ¡Padre Nuestro!
La oración que Jesús nos enseña lleva nuestro corazón y nuestros labios a pronunciar la experiencia espiritual más grande, llamar a Dios: “Padre” y a pedir lo más grande que podemos pedir: “Santificado sea tu nombre”.
¡Gran forma de empezar a orar! Pero mi experiencia y quizá la tuya es que mi oración no es tan santa ni tan elevada desde un inicio. Más bien, mi oración comienza con el Padre Nuestro al revés…
No se trata de cambiar el orden de la oración ni que a partir de ahora lo reces al revés, pero sí a hacer una experiencia que puede ayudar mucho: aprender a orar a partir de la realidad que muchas veces nos pone en un grito hacia Dios, y desde ahí, nuestra vida se vuelve oración.
Terminamos el Padre Nuestro con una petición: “libranos del mal”. Experimentamos en nosotros y en nuestro mundo muchos males. Si te cuesta empezar a orar reconociendo a Dios como Padre, en medio de los males, al menos si puedes comenzar a orar pidiendo que nos libre de ellos: ¡Libranos de este mal! Libra a esta persona de este mal. Tantos males experimentemos en el mundo, tantas oportunidades para empezar a aprender a orar.
“No me dejes caer en la tentación”. Líbrame y no me dejes… A veces es más difícil empezar la oración pidiendo que Él sea santificado, porque experimentamos quizá más nuestra tentación que la santidad de Dios. ¿Quieres aprender a orar? Pídele a Dios que te libre de caer en la tentación.
“Perdona nuestras ofensas”, es un grado más en la experiencia de la vida y de la oración. Cuando experimentamos a Dios que nos libra del mal y nos da la fuerza para vencer la tentación, crecemos en humildad, crecemos en experiencia de la fuerza de Dios y somos capaces de pedir que se nos perdone, como también nosotros perdonamos, pues sabemos que los demás también sufren el mal y las tentaciones. Nos hacemos más humildes y comprensivos, perdonamos y pedimos perdón, porque nos vemos vulnerables en un mundo lleno de mal, de pecado y tentación, pero descubrimos la gracia y aprendemos a perdonar y a pedir perdón.
“Danos hoy nuestro pan”. Nos damos cuenta de que para salir del mal y vivir el perdón necesitamos alimento, y qué sencillo se nos hace orar cuando le pedimos a Dios el pan de cada día, la Eucaristía, el sustento, lo que necesitamos para vivir…
“Hágase tu voluntad”, aquí la oración comienza a ser más sublime, ya no solo pedimos ser librados o alimentados, pedimos que se haga en todo la voluntad de Dios, porque sabemos que será siempre lo mejor, el corazón se comienza a hacer como el de un niño confiado en brazos de su Padre.
“Venga a nosotros tu Reino”, ya no solo queremos que se haga su voluntad, oramos queriendo todo lo que es de Dios, su reino de paz, de justicia, de amor, de gracia, de mansedumbre, de gozo, ¡Ven Señor! Oramos pidiendo que venga su Reino. No solo que me libre, que me perdone, sino que se haga presente en mi vida y en la de los demás. Se hace una petición intensa de que Él se haga presente y también su gracia. ¡Ven Señor!
Y ahora sí, “santificado sea tu Nombre”, el corazón puede orar pidiendo que sea santificado el nombre de Dios. Que sea conocido, alabado reverenciado, porque Dios, en sí mismo lo es todo y entonces brota del corazón el inicio de la oración de Jesús, ¡Padre! Y ¡Padre Nuestro! ¿Cómo no va a ser un padre el que nos libra, el que busca en todo un bien, el que nos protege, el que viene a nosotros con su Reino? ¡Padre! Y por eso Jesús, que conocía todo esto en Dios, nos dice: “cuando ores, di: ¡Padre!
«Cada vez que decimos “Padre nuestro” reiteramos que la palabra Padre no puede ir sin decir nuestro. Unidos en la oración de Jesús, nos unimos también en su experiencia de amor y de intercesión que nos lleva a decir: Padre mío y Padre vuestro, Dios mío y Dios vuestro. Es la invitación a que lo “mío” se transforme en nuestro y lo nuestro se haga oración. Ayúdanos, Padre, a tomar en serio la vida del hermano, a hacer nuestra su historia. Ayúdanos, Padre, a no juzgar al hermano por sus acciones y sus límites, sino a acogerlo sobre todo como hijo tuyo. Ayúdanos a vencer la tentación de sentirnos como hijos mayores, que a fuerza de estar en el centro se olvidan del don que es el otro».
(S.S. Francisco, Palabras en su viaje apostólico a Rumania del 31 de mayo de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Reza el Padre Nuestro en orden: Padre, santificado, ven… y da vueltas en tu corazón cómo tu oración, si ha brotado de experimentar un mal, se convierte en confianza y esperanza honda de Dios en tu vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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