En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te pido la gracia de que en esta Cuaresma pueda prepararme bien para vivir junto a ti, tu pasión, muerte y resurrección.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 2, 13-25
Cuando se acercaba la Pascua de los judíos, Jesús llegó a Jerusalén y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados con sus mesas. Entonces hizo un látigo de cordeles y los echó del templo, con todo y sus ovejas y bueyes; y a los cambistas les volcó las mesas y les tiró al suelo las monedas; y a los que vendían palomas les dijo: «Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre».
En ese momento, sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: El celo de tu casa me devora.
Después intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué señal nos das de que tienes autoridad para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruyan este templo y en tres días lo reconstruiré». Replicaron los judíos: «Cuarenta y seis años se ha llevado la construcción del templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?».
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Por eso cuando resucitó Jesús de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho aquello y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
En este día la liturgia nos presenta el Evangelio en el que Jesús expulsa a los vendedores del templo, no queriendo que convirtieran la casa de su Padre en una cueva de ladrones. En los siguientes versículos vemos el diálogo que tiene con los judíos donde revela su pasión, muerte y resurrección. Y en la última parte del evangelio, vienen unas palabras en las que me quiero detener para meditar y prepararnos bien en esta Cuaresma.
«Mientras estuvo en Jerusalén para las fiestas de Pascua, muchos creyeron en Él, al ver los prodigios que hacía. Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque Él sabía lo que hay en el hombre». «Pero Jesús no se fiaba de ellos.» ¿Por qué? Porque conocía las intenciones de sus corazones. Él sabía que no lo buscaban por quién era, sino por lo que hacía. No lo buscaban a Él por ser Dios, sino por las cosas que hacía.
Muchas veces en nuestra vida podemos caer en este error, buscar a Dios sólo por conveniencia y necesidad en momentos difíciles, pero cuando todo va bien no nos acordamos de Él. Buscar a Dios en todo momento, en las buenas y en las malas; y cada vez que nos acerquemos a Él preguntarnos: ¿Qué es lo que busco en Cristo? ¿Busco sólo lo que Dios me da o busco a Dios mismo? ¿Quiero lo que Dios quiere o lo que yo más quiero?
Ahora nos puede surgir esta pregunta: ¿Jesús se fía de mí? La respuesta es obvia, claro que se fía, tanto que decidió quedarse en la Eucaristía. Lo que Él busca de nosotros es que nuestras intenciones siempre sean buenas. Este tiempo de Cuaresma, es excelente para corregir las intenciones de mi corazón si están desviadas, pues mis intenciones siempre deben de ir al unísono de la voluntad de Dios.
«La Iglesia nos llama a tener y promover una vida litúrgica auténtica, a fin de que pueda haber sintonía entre lo que la liturgia celebra y lo que nosotros vivimos en nuestra existencia. Se trata de expresar en la vida lo que hemos recibido mediante la fe y lo que hemos celebrado. El discípulo de Jesús no va a la iglesia sólo para cumplir un precepto, para sentirse bien con un Dios que luego no tiene que “molestar” demasiado. “Pero yo, Señor, voy todos los domingos, cumplo…, tú no te metas en mi vida, no me molestes”. Esta es la actitud de muchos católicos, muchos. El discípulo de Jesús va a la iglesia para encontrarse con el Señor y encontrar en su gracia, operante en los sacramentos, la fuerza para pensar y obrar según el Evangelio».
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de marzo de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita al Santísimo, pidiéndole la gracia del pleno conocimiento de las intenciones de mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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