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La Virgen del Magnificat
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La Virgen del Magnificat

La Virgen del Magnificat, Madonna del Magnificat, o también Madonna con il Bambino e cinque angeli, es un cuadro destacado del maestro renacentista Italiano Sandro Botticelli. Se conserva en la Galería de los Uffizi, de Florencia (Italia). Está realizado al temple sobre tabla. Fue pintado en 1481, desconociéndose la ubicación originaria de este cuadro.

Es una de las obras más famosas de Botticelli, realizada para algún importante cliente florentino, posiblemente un miembro de las familias Médici o Rucellai. La gran cantidad de pan de oro empleada indica la riqueza de este cliente anónimo, como se aprecia en los rayos dorados, la corona o los bordados de los ropajes.

La obra representa a la Virgen María coronada por dos ángeles. El nombre de esta Madonna procede de las primeras palabras del himno a María que aparece en la página derecha del libro, mientras que en la izquierda -sobre la que escribe la Virgen- se ha identificado el himno que san Zacarías realizó con motivo del nacimiento de su hijo, san Juan Bautista, patrono de la ciudad de Florencia. María escribe las últimas líneas de ese himno bajo los dictados de su hijo, que dirige la mano de la Virgen. Ella se sitúa en el centro, ricamente ataviada y con la cabeza cubierta por velos transparentes y preciosas telas, sus rubios cabellos se entretejen con el chal anudado sobre el pecho.

Dos ángeles la atienden, vestidos como pajes, sujetando el tintero con la tinta.

En el brazo de la Virgen está el Niño, que observa a la madre, mientras con la mano izquierda aferra una granada, símbolo de la resurrección.

El tamaño desproporcionado de las figuras se explica por la tradición iconográfica que hacía que aquellas de mayor importancia devocional, como la Virgen y el Niño, se pintaran de mayor tamaño.

Los colores son cálidos, luminosos. Transmite así una atmósfera de espiritualidad ideal y lírica. Continúa la tendencia, ya vista en su obra Alegoría de la Primavera de contornos suaves y fluidos y pliegues de una gran sensibilidad. La gran atención que presta a los detalles remite a una labor de orfebrería, como puede verse en la corona, el velo ondeando o las orlas de los mantos.

En esta obra busca, según André Chastel conjugar el naturalismo clásico con el espiritualismo cristiano.

En esta Madonna, como en las demás de la larga serie que pintó Botticelli, puede verse un modelo de Virgen seria, meditabunda, abstraída en su propia belleza y actuando siempre con gran seriedad. Las Madonnas de Botticelli reflejan una relación más intelectual que afectuosa entre Madre e Hijo, a diferencia de lo que ocurre con las Vírgenes pintadas por Rafael Sanzio, que suelen mirar a su hijo y colaborar en sus juegos con una cierta sonrisa.

Los cuadros circulares reciben el nombre de tondos, siendo muy populares en la Italia del Renacimiento, sobre todo para decorar palacios o edificios gremiales. Botticelli ya había realizado uno anteriormente, la Epifanía de la National Gallery de Londres, pero esta Madonna del Magnificat resulta una composición mucho más acertada al adaptarse las figuras al marco con una admirable gracia. Así la Virgen se curva para formar un semicírculo en sintonía con el marco, de la misma manera que el ángel que protege a los dos que sujetan el libro agacha su cabeza. En los laterales hay dos nuevos ángeles que incluso se muestran cortados; al fondo, un paisaje deudor de las influencias de la pintura flamenca de los Van Eyck o Rogier van Der Weyden, cuyas obras llegaban a Italia gracias al floreciente comercio entre ambos países. Un arco de medio punto sirve de marco arquitectónico al conjunto, en sintonía con las obras que se realizan en el Quattrocento. Los personajes están sabiamente modelados gracias a la luz, acentuando el aspecto escultórico que Botticelli exhibe tras su relación con los hermanos Antonio y Piero Pollaiolo y Andrea del Verrocchio. La línea domina un conjunto en donde el color tiene también un papel relevante, destacando los tonos rojos y azules acentuados por el pan de oro. La delicadeza de los detalles y la minuciosidad que aporta Botticelli indican su aprendizaje como orfebre en su etapa juvenil, manteniendo un cierto rasgo de goticismo en un conjunto que respira equilibrio y belleza clásica por todas partes.

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