En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Nada tan suave para ser cantado, nada tan grato para ser oído, nada tan dulce para ser pensado como Jesús, el Hijo del Altísimo. Tú que eres esperanza del que sufre, Tú que eres tierno con el que te ruega, Tú que eres bueno con el que te busca: ¿Qué no serás con el que al fin te encuentra?» (San Bernardo). Me acerco a tu presencia y contemplo el gran misterio, Señor. Gracias por permitirme estar estos minutos contigo. Llena mi corazón con tu amor, pues sólo Tú eres capaz de llenarlo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5,17-19
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley.
Por lo tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será grande en el Reino de los cielos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
¿Quién es la plenitud de la ley? ¿Qué es lo que le da sentido a nuestro cumplimiento de los mandamientos? Jesús mismo es quien da el sentido a nuestras vidas. Él es que da sentido a nuestro cumplimiento. Podemos acostumbrarnos a escuchar frases como «Jesús derramó su sangre, Él lo dio todo por amor…», pero si por un momento lo tomásemos en serio, creo que tocaría profundamente nuestras vidas. Pensemos, por ejemplo, en alguna persona que haya marcado profundamente nuestras vidas. Si nos pidiese algo, lo que fuese, aunque fuera lo más difícil, creo que nos esforzaríamos por hacerlo del mejor modo posible.
Y he ahí el ideal. Cristo da la vida por cada persona. Da la vida por cada uno de nosotros y nos mira y nos dice: «Al menos tú». Cristo es el que da la plenitud a la ley porque pone el amor, porque pone el sentido. No tenemos un Dios distante que nos hace cargar con grandes cargas y mandamientos difíciles. Es un Dios que va a nuestro lado, que toma nuestro yugo, que cruza la puerta estrecha con nosotros, en fin, que nos hace la carga ligera. Es un Dios que nos hace ver que vale la pena amar aunque duela, pues Él mismo dio su vida por cada uno de nosotros.
Pensemos en lo que tiene que pasar una madre de familia. Las desveladas, los días de trabajo intenso, las idas y venidas… y todo por uno de sus hijos. Si le faltase el amor creo que no aguantaría mucho, pero el amor hace a las madres ir hasta el extremo del amor. Y es verdad que la vida del cristiano no es fácil, es verdad que hay que entrar por la puerta estrecha, es verdad que hay que negarnos a nosotros, que hay que tomar la cruz… en fin, todo eso es verdad. Pero también es verdad que el amor todo lo puede. Y es verdad que al final del camino no nos arrepentiremos.
«Jesús revoluciona y sacude fuertemente aquella mentalidad cerrada por el miedo y recluida en los prejuicios. Él, sin embargo, no deroga la Ley de Moisés, sino que la lleva a plenitud, declarando, por ejemplo, la ineficacia contraproducente de la ley del talión; declarando que Dios no se complace en la observancia del Sábado que desprecia al hombre y lo condena; o cuando ante la mujer pecadora, no la condena, sino que la salva de la intransigencia de aquellos que estaban ya preparados para lapidarla sin piedad, pretendiendo aplicar la Ley de Moisés».
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de febrero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, Jesús, no me voy a quejar por nada ni de nadie. Si me viene cualquier pensamiento negativo haré una pequeña oración y daré una sencilla sonrisa.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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