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Lo que hace importante nuestra fe
Identidad

Lo que hace importante nuestra fe

Según usted, ¿qué es lo específico de nuestra fe? Haga un esfuerzo por responder la pregunta, ¿qué es lo propio, lo distintivo del cristianismo?

La respuesta que en un primer momento viene a nuestra mente es la caridad.

Indudablemente que esta virtud ocupa un lugar principal en la vida y en la fe cristiana, pero no es algo específico de nuestra religión. Por el contrario, con características diversas, el amor es un elemento común en la mayoría de las religiones.

Lo propio de nuestra fe, lo que la hace diversa y superior a las demás creencias son dos elementos. En primer lugar, la realidad de un Dios cercano hasta el punto, no sólo de hablar con nosotros y venir sobre la tierra, sino de hacerse hombre y permanecer realmente entre nosotros todos los días. El segundo elemento consiste en la misericordia amorosa de Dios.

Él, por medio de la muerte y resurrección de su Hijo, nos perdona todas las ofensas que le podamos infligir, con tal que reconozcamos nuestro error y pidamos perdón.

¿Cómo actúa y vive el creyente los elementos que identifican su fe?
La presencia real y constante de Dios se realiza por medio del sacramento de la Eucaristía, mientras el sacramento de la Reconciliación hace presente su amor misericordioso.

En efecto, al recordar la llamada que todos los cristianos hemos recibido a ser santos, nos ha marcado como camino «la oración cristiana, viviéndola plenamente ante todo en la liturgia, pero también de la experiencia personal» La oración litúrgica por excelencia y más común son precisamente los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación.

Sin embargo, el Papa ha lamentado que «en el mundo contemporáneo, junto a generosos testigos del Evangelio, no faltan bautizados que adoptan una posición de sorda resistencia y, a veces, también de abierta rebelión. Son situaciones en las que la experiencia de la oración se vive de manera bastante superficial, de modo que la palabra de Dios no incide sobre la existencia. Muchos consideran insignificante el mismo sacramento de la penitencia y la celebración eucarística del domingo simplemente un deber que hay que cumplir»

¿Qué esta ocurriendo? Lo que identifica la vida de fe del cristiano, sus sacramentos, son evitados por algunos de ellos. ¿Por qué? Quizás porque no se han entendido bien y se han considerado más como un deber que como
un regalo de Dios.

Para lograr que un regalo sea útil y agradable para la persona que lo recibe es necesario conocer sus gustos y necesidades. ¿Quién mejor que Dios conoce las necesidades del corazón humano? Por lo tanto, ¿quién mejor que Él nos podrá ofrecer los mejores regalos de nuestra vida? Así lo afirmó el Papa: «Los dones del Señor -y los sacramentos son de los más preciosos- vienen de Aquél que conoce bien el corazón del hombre»

Imagínese que usted hiciera un viaje con el fin específico de visitar a un amigo que desde hace años no ve. Llega a su ciudad y el amigo se disculpa diciendo que no puede verle pues se encuentra muy cansado. ¿No se sentiría usted defraudado y confundido? En realidad eso es lo que nosotros hacemos cuando los domingos no participamos en la Santa Misa. Es necesario recordar que el precepto dominical no es algo opcional, por el contrario, «es un deber irrenunciable, que se ha de vivir no sólo para cumplir un precepto, sino como necesidad de una vida cristiana verdaderamente consciente y coherente»

Ojalá que todos nos esforcemos para que «la participación en la Eucaristía sea, para cada bautizado, el centro del domingo». Sabemos que no será fácil pues las circunstancias actuales ponen al cristiano «ante el reto de testimoniar con mayor fuerza los aspectos específicos de su propia identidad. El deber de la participación eucarística es uno de éstos»

Al igual que la Eucaristía es necesario también presentar en su modo correcto el sacramento del perdón. En la confesión, «Dios nos muestra su corazón misericordioso y nos reconcilia plenamente consigo»

Cada vez que nos acercamos al sacramento del perdón, Dios Padre se acerca a su Hijo Jesucristo y le pide que baje a la Tierra, pues una parte de su viña necesita ser limpiada de la maleza y ser abonada. Esa parte de la viña del Señor eres tú y yo cada día que nos acercamos a la confesión.

En efecto, este sacramento es también un don, el don no de la justicia sino del amor de Dios. «Éste es el rostro de Cristo que conviene hacer descubrir también a través del sacramento de la penitencia»

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Diplomado de Formación en Liturgia

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