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Los fariseos dicen una cosa y hacen otra
Identidad

Los fariseos dicen una cosa y hacen otra

San Junípero Serra
 Rut 2,1-3.8-11; 4,13-17: “El Señor no ha permitido que faltara un descendiente a tu familia. Éste es el padre de Jesé, padre de David”
Salmo 127: “Dichoso el hombre que teme al Señor”
San Mateo 23,1-12: “Los fariseos dicen una cosa y hacen otra”

 

Hay programas en la televisión que reflejan de una manera cruda lo que sucede en la vida. Alguno de ellos busca premiar a quien haya logrado engañar más a sus oponentes y hacerlos caer en la trampa. Esto va siendo como una filosofía en la vida: vivir con doble cara con tal de obtener lo que se desea. Y pone en primerísimo lugar los puestos, las riquezas y la satisfacción de los placeres. Se vale de todo: engañar, aparentar ser bueno, utilizar la religión y los sentimientos. Cristo en su tiempo desenmascara a quienes utilizan estas tácticas y les recrimina fuertemente su actitud. Con una serenidad y un equilibrio emocional grande, aconseja que el discípulo haga lo que dicen los maestros pero que no haga lo que ellos hacen. Quizás sea esta una de las razones profundas de la actitud tan crítica a los errores de la Iglesia. Parecería que ponemos cargas enormes a los demás que nosotros no queremos llevar. Las palabras tan duras de Jesús hoy deben sonar para nosotros como una advertencia: no buscar los primeros lugares, no buscar las apariencias ni las famas, no utilizar la religión y las necesidades de los demás para el propio provecho. Cuando alguien se autoproclama “maestro, guía o padre” de los demás, rompe la fraternidad que es la base de una verdadera comunidad. En cambio Jesús propone el servicio como muestra de grandeza. Servir a los demás es reconocer en cada uno de ellos la imagen de Dios y al mismo tiempo descubrir la propia misión e identidad. No se trata de tomar actitudes serviles ante los demás, en especial ante los poderosos, sino de esa actitud abierta y generosa que descubre que sirviendo al hermano, se crece verdaderamente. Las luchas sangrientas por dominar los espacios de poder que han llenado de violencia y temor a nuestra patria son el claro testimonio de que cuando el corazón se llena de la ambición se pierde todo equilibrio y  la noción de fraternidad. Las envidias y las descalificaciones sean a nivel casero y comunitario, sean en el plano internacional, tienen el mismo origen y buscan los mismos fines. Con Jesús, hoy revisemos nuestro corazón y pidámosle que nos enseñe la alegría del servicio y la pureza de intenciones. Sólo en el servicio encontraremos la verdadera felicidad

 

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