En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que uno de los frutos espirituales de esta Navidad sea el que te preguntemos de corazón: «Señor, ¿qué quieres de mí?».
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo Mt 2,13-15.19-23
Después de la partida de los magos, el Angel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta: «Desde Egipto llamé a mi hijo». Cuando murió Herodes, el Angel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño». José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas: «Será llamado Nazareno».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Navidad. ¡Cómo ha cambiado el espíritu navideño! De una generación a otra cambian las costumbres, las vivencias familiares y hasta el modo de celebrar el 25 de diciembre. San José, el hombre del silencio y al mismo tiempo el custodio de esa primera Navidad, hoy nos ofrece una lección donde hasta los sueños están impregnados del querer de Dios. ¿Qué nos quiere decir hoy San José, en medio del espíritu navideño?
A lo largo del tiempo, los sueños siembre han sido un misterio. Hay explicaciones científicas, naturales, psicológicas sobre nuestros sueños. Quizá hemos escuchado de alguien, o incluso nosotros mismos, preguntas sobre qué querrá decir un sueño que hayamos tenido, queriendo ver alguna señal, descubrir algún pasaje futuro o que sea capaz de leer nuestro pasado/presente. A los sueños se les da un peso, quizá demasiado, del que realmente tienen. Pero no está de más buscar orientar nuestros sueños al propósito mayor, al bien único: ¿Qué es o que Dios pide de nuestras vidas, incluso de nuestros sueños?
¿Qué implicaciones tiene seguir un sueño para cumplir un objetivo? San José tenía claro que no se podían quedar en el mismo lugar sin poner en grave riesgo la vida del recién nacido, y de María. Sin muchos medios económicos, ni materiales ni mucha compañía, San José obedece y sigue adelante. Dios se le manifestó en los sueños y le hizo ver el camino a seguir. ¿Qué tan difícil es para nosotros, hoy en día, saber qué es lo que Dios nos está pidiendo como padres de familia, o como hijos, estudiantes, empleados, empleadores…? ¿Qué tan dóciles somos para dejarnos guiar por la gracia de Dios a través de su Palabra, de los Sacramentos, para seguir un sueño noble?
Corremos el riesgo de deshumanizar a San José, como si por ser el padre putativo de Jesús, el esposo de la Virgen María y protector de la Sagrada Familia, todo le fuera sencillo, fácil. Tuvo miedo de ir a Judea, y por ello se fue a Nazaret. Miedo ante una realidad amenazante. Los sueños nuevamente le dieron buen aviso. No pretendemos aquí otorgar un «poder mágico» a los sueños, ni mucho menos promover esa especie de brujería que usa de los sueños. Pero sí deberíamos buscar escuchar constantemente la voz de Dios en nuestro corazón, en nuestra conciencia, en las Sagradas Escrituras, en la Eucaristía. El susurro de la voz de Dios de los acontecimientos. A veces tendremos miedo de vivir el Evangelio, pero como San José, seguramente encontraremos la opción adecuada para el momento oportuno siempre y cuando estemos siguiendo la voz de Dios.
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Aprovechar el espíritu navideño para ir al pesebre y rezar, en silencio, ante la escena del nacimiento.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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