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¿Quieres quedar sano?
Identidad

¿Quieres quedar sano?

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, gracias por ser mi amigo, por estar a mi lado en los momentos buenos y malos. Ayúdame a confiar en tu amor para evitar lo que me aleja de Ti y dame la fortaleza que necesito para cumplir siempre tu voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 5, 1-16

Era un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo las cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban la agitación del agua. Porque el ángel del Señor descendía de vez en cuando a la piscina, agitaba el agua y, el primero que entraba en la piscina, después de que el agua se agitaba, quedaba curado de cualquier enfermedad que tuviera. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Al verlo ahí tendido y sabiendo que llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua. Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y anda». Al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Aquel día era sábado, por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: «No te es lícito cargar tu camilla». Pero él contestó: «El que me curó me dijo: «Toma tu camilla y anda». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el que te dijo: «Toma tu camilla y anda?». Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: «Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor». Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por esto los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús llama cada día a la puerta de nuestra vida y nos repite la misma pregunta que realizó al hombre enfermo del Evangelio de hoy: «¿Quieres quedar sano?». Este hombre llevaba treinta y ocho años enfermo, pero lo más importante es que sabía que estaba enfermo. Reconocer y aceptar esta verdad lo llevaba a buscar la curación, pues quien está sano no tiene necesidad de buscar un médico.

Y, sin embargo, Jesús pasa cada día con el deseo de curarnos de aquello que nos asfixia y quita la vida. Nuestro trabajo es, por tanto, reconocer cuáles son estas heridas que nos impiden caminar, esta parálisis que nos impide sonreír y disfrutar el tiempo con aquellos que amamos.

Jesús no necesita que seamos perfecto, Él sabe que somos personas llenas de debilidades. Jesús quiere que estemos dispuestos a reconocer nuestros errores y a luchar por ser mejores cada día. La curación no será de la noche a la mañana, al enfermo del Evangelio le tomó treinta y ocho años, pero perseveró y al final recibió su recompensa.

¿Cuáles son mis heridas? ¿Quiero quedar sano?

«Nuestra preferencia es por el resentimiento, el rencor, cocinamos nuestros sentimientos en ese caldo, el caldo del resentimiento. Un corazón amargo, como si dijera: “Mi tesoro es mi amargura; allí estoy yo, con mi amargura”. Un ejemplo se encuentra en el Evangelio, en el episodio del paralítico de la piscina de Siloé: treinta y ocho años allí, con su amargura, y siempre explicando: “Pero no es mi culpa porque cuando se mueven las aguas nadie me ayuda”. Razonaba siempre en negativo. Para esos corazones amargos es más bonito el amargo que el dulce. La amargura como explicación. […] Para dejarse consolar por el Señor es necesario despojarse de nuestro egoísmo, de esas cosas que son el propio tesoro, ya sea la amargura, como los lamentos, o tantas cosas. Nos hará bien hoy, a cada uno de nosotros, hacer un examen de conciencia: ¿Cómo está mi corazón? ¿Tengo alguna amargura ahí? ¿Tengo alguna tristeza? ¿Cómo es mi lenguaje? ¿Es de alabanza a Dios, de belleza o siempre de lamentos? Pedir al Señor la gracia de la valentía, porque en la valentía viene Él a consolarnos.»
(Homilía de S.S. Francisco, 11 de diciembre de 2017, en santa Marta).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré una visita al Santísimo de diez minutos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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