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Resistencia en la fe
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Resistencia en la fe

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, gracias por darme un nuevo día. Aumenta en mí la fe, la esperanza y la caridad. Ayúdame a estar siempre contigo pues yo solo nada puedo. Tú sabes cuántas dificultades tengo a lo largo de mi vida. Te pido, Madre mia, que me ayudes a tener una fe como la tuya.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 14-23

En aquel tiempo, Jesús expulsó a un demonio, que era mudo. Apenas salió el demonio, habló el mudo y la multitud quedó maravillada. Pero algunos decían: “Éste expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios”. Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa.

Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: “Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Belzebú. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan lo hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios por el poder de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En el Evangelio que terminamos de leer, vemos cómo Cristo expulsa los demonios y nos dice que el Reino de los Cielos ha llegado a nosotros. Y puede sonar un poco extraño, pero esto se cumple en el momento en el que Él viene a este mundo y se hace carne por amor a todos nosotros. Es un Rey que nos promete un Reino y nos lo trae, pero nos cuesta trabajo verlo, (con ojos de fe).

Este Reino nos ha sido revelado por el don gratuito de la fe, debe ser custodiado, como dice en el Evangelio, siendo fuerte (en la fe) y teniendo armas (que son la esperanza y el amor). Porque vendrán momentos en los que flaquearemos en la fe, que es la base del Reino. Y llegará el momento en que el enemigo intentará vencernos, quitándonos estas armas para no tener con qué defendernos. Pero es ahí cuando tenemos que demostrar que nuestra fe, esperanza y amor los tenemos en Dios.

«Es cansado combatir contra el mal, escapar de sus engaños, retomar fuerzas después de una lucha agotadora, pero debemos saber que toda la vida cristiana es una lucha. Pero debemos saber que no estamos solos, que la Madre Iglesia reza para que sus hijos, regenerados en el bautismo, no sucumban a las insidias del maligno sino que le venzan por el poder de la Pascua de Cristo. Fortificados por el Señor Resucitado, que ha derrotado al príncipe de este mundo (cf. Juan 12, 31), también nosotros podemos repetir con la fe de san Pablo: «Todo lo puedo en Aquel que me conforta» (Filipenses 4, 13). Todos nosotros podemos vencer, vencer todo, pero con la fuerza que me viene de Jesús.»
(Audiencia de S.S. Francisco, 25 de abril de 2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Padre del Cielo, nosotros nos entregamos nuevamente a tu Gracia todo poderosa, la que nos has revelado, por la vida y la muerte de tu Hijo, Jesucristo, y que nos has prometido con la venida de tu Espíritu Santo. Que tu Reino crezca como una semilla en nosotros y por nosotros allí donde estemos.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Te invito a que, en algún momento de oración durante tu día, leas lo siguiente: «Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida. Así como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré ni te abandonaré». (Jos 1, 5)

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.