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Viendo la fe que tenían…
Identidad

Viendo la fe que tenían…

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, gracias por este tiempo para estar contigo. Gracias porque me cuidas y guías en mi camino con mucho amor y misericordia. Haz mi corazón sencillo y humilde como el tuyo. Concédeme las gracias que necesito para confiar en Ti y dejarte guiarme. María, madre mía y madre de Jesús, acompáñame en este tiempo de intimidad con el Señor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 9, 1-8

En aquel tiempo, Jesús subió de nuevo a la barca, pasó a la otra orilla del lago y llegó a Cafarnaúm, su ciudad.

En esto, trajeron a donde él estaba a un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de aquellos hombres, le dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo. Se te perdonan tus pecados».

Al oír esto, algunos escribas pensaron: «Este hombre está blasfemando». Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal en sus corazones? ¿Qué es más fácil: decir 'Se te perdonan tus pecados', o decir 'Levántate y anda'? Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados, –le dijo entonces al paralítico–: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.

Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la gente se llenó de temor y glorificó a Dios, que había dado tanto poder a los hombres.

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La historia de hoy no sería igual sin la fe de los amigos del paralítico. ¿Por qué? Porque Jesús se deja conmover por nuestra fe. Esto lo vemos muchas veces en los evangelios: cuando cura dos ciegos (Mt 9,28), cuando cura a la hija de una sirofenicia (Mt 15,28), cuando resucita a la hija de Jairo (Mc 5,41), cuando cura un muchacho después de la transfiguración (Mc 9,15-27) … El elemento en común de estos sucesos es la fe de quien pide y el corazón de Jesús que se conmueve ante esa fe.

Tal vez nosotros digamos: Sí, aquello pasaba cuando Jesús vivía aquí, pero ahora… yo he pedido muchas cosas, y Dios no me las ha dado. Nuestro paralítico de hoy vivió algo parecido: lo llevaron a curar, y lo primero que Jesús hace es … perdonarle sus pecados. ¿Por qué? Porque Jesús no nos da siempre lo que pedimos, sino aquello que más necesitamos. Como dice san Pablo, nosotros no sabemos pedir como conviene (Rom 8, 26) El Evangelio de hoy es una invitación de Jesús a renovar nuestra fe, nuestra confianza en que Dios es nuestro Padre bueno, que lo puede todo y nos ama más de lo que nos podemos amar a nosotros mismos.

Jesús, creo, ayuda mi poca fe. (Mc 9,24) Pongo en tus manos mi vida. Dame lo que necesito, y ayúdame a aceptar tus regalos con fe y gratitud.

«La misericordia de Dios es tan grande, tan grande. No olvidemos esto. Cuántas personas dicen: “He hecho cosas tan malas. He comprado mi lugar en el infierno, no puedo volver atrás”. Pero ¿piensa en la misericordia de Dios? Recordemos la historia de la pobre viuda que fue a confesarse con el cura de Ars (su marido se había suicidado; había saltado del puente al río. Y lloraba. Y dijo: «Yo soy una pecadora, pobrecilla. ¡Pero, pobre mi marido! ¡Está en el infierno! Se suicidó y el suicidio es un pecado mortal. Está en el infierno». Y el cura de Ars dijo: «Deténgase, señora, porque entre el puente y el río está la misericordia de Dios». Hasta el final, hasta el final, está la misericordia de Dios».»
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de marzo de 2019).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, en una visita a Jesús Eucaristía le pediré que me ayude a no tenerle miedo y a confiar cada día más en Él.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

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