En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a confiar en ti. A confiar en que estas presente en mi vida. Abre mis ojos, mi corazón, para descubrirte una vez más en esta oración. Así como Tú sabías descubrir al Padre en tantos detalles de tu vida.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 15-26
En aquel tiempo, cuando Jesús expulsó a un demonio, algunos dijeron: «Este expulsa a los demonios con el poder de Belzebú, el príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, le pedían una señal milagrosa. Pero Jesús, que conocía sus malas intenciones, les dijo: «Todo reino dividido por luchas internas va a la ruina y se derrumba casa por casa. Si Satanás también está dividido contra sí mismo, ¿cómo mantendrá su reino? Ustedes dicen que yo arrojo a los demonios con el poder de Belzebú. Entonces, ¿con el poder de quién los arrojan los hijos de ustedes? Por eso, ellos mismos serán sus jueces. Pero si yo arrojo a los demonios con el dedo de Dios, eso significa que ha llegado a ustedes el Reino de Dios. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero si otro más fuerte lo asalta y lo vence, entonces le quita las armas en que confiaba y después dispone de sus bienes. El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama. Cuando el espíritu inmundo sale de un hombre, anda vagando por lugares áridos, en busca de reposo, y al no hallarlo, dice: ‘Volveré a mi casa, de donde salí’. Y al llegar, la encuentra barrida y arreglada. Entonces va por otros siete espíritus peores que él y vienen a instalarse allí, y así la situación final de aquel hombre resulta peor que la de antes».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Cómo ha estado mi corazón en estos días?, ¿cuáles son mis preocupaciones?, ¿sé poner mi confianza en manos de Dios?, ¿sé acoger a Dios en mi interior aunque viva en medio de muchas distracciones?, aún más: ¿sé vivir mis «distracciones» con Dios?, ¿qué tan limpio se encuentra mi corazón, para que en él habites Tú, Señor?
Debo cuidar conservar mi corazón siempre limpio. Cuando en él se quieren introducir preocupaciones o miedos, ¿dejo que disminuya mi confianza en Dios? Es normal que surjan preocupaciones o inquietudes. Ellas son parte de la vida. El punto es si les permito dominarme, habitar mi corazón, o si sé ponerlas en manos de Dios. Quizá siga sintiendo los nervios que las inquietudes me generan, pero puedo tener puesta mi confianza en Dios.
Una vez que adquiero el hábito de vivir en presencia de Dios, debo también desarrollar el hábito de la prudencia. Un corazón limpio y puro, en el que Dios habita, puede ser invadido fácilmente porque es más susceptible, es más noble. Cristo decía: sean astutos como las serpientes y sencillos como las palomas.
No debo exponer mi corazón a todos los peligros. No es necesario. El amor a una persona no se define tanto por la resistencia ante otros amores, cuanto por el cuidado que se dedica en amar a esa persona. Así también yo debo más bien preocuparme por vivir en amistad con Dios, sin la necesidad de exponerme a lo innecesario.
Así podré tener un corazón siempre limpio, en el que siempre habites Tú, Señor.
«Y así buscaban siempre otros pretextos para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. El problema de fondo era su modo de estar siempre cerrados. Así, pues, era Jesús quien tenía que justificar lo que hacía. Esta es la historia, la historia de esta fidelidad fallida, la historia de los corazones cerrados, de los corazones que no dejan entrar la misericordia de Dios, que han olvidado la palabra «perdón» -«¡Perdóname Señor!»- simplemente porque no se sienten pecadores: se sienten jueces de los demás. Y es una larga historia de siglos. Precisamente esta fidelidad fallida Jesús la explica con dos palabras claras para acabar este discurso de estos hipócritas: «El que no está conmigo, está contra mí»».
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de marzo de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Si hace tiempo no acudo a la confesión, iré a ella con el especial propósito de dedicarme a estar más unido a Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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