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El pecado confunde, engaña
Identidad

El pecado confunde, engaña

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Concédeme Señor, descubrir el verdadero significado que has dado para mi vida al cumplimiento ley y experimentar la fuerza del amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 23, 23-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a los escribas y fariseos: «¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque pagan el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad! Esto es lo que tenían que practicar, sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito, pero se tragan el camello!

¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia! ¡Fariseo ciego!, limpia primero por dentro el vaso y así quedará también limpio por fuera».

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Existe en nosotros una realidad que no podemos negar: el pecado. Nuestra condición humana está herida por el pecado y éste toca lo más profundo de nuestro ser. El pecado ha herido nuestro corazón, el centro y la fuerza de existencia. En el corazón nacen los deseos y anhelos más profundos y elevados que el hombre experimenta en su vida. En él se encuentra el deseo por la verdad, por el bien, por trascender su existencia y dar un sentido a su vida cotidiana. Es ahí donde el pecado toca y confunde las aspiraciones del hombre.

En el Evangelio de hoy, podemos ver como el Señor conoce nuestro corazón. Conoce cuáles son sus deseos e inquietudes, sabe que es lo que busca, pero también sabe que muchas estos son impulsados por el pecado de modo negativo.

Él quiere sanarnos del pecado, quiere liberar nuestro corazón que muchas veces nos hace «descuidar lo más grave de la ley… y limpiar la copa y el plato por fuera». Quiere que nuestro corazón anhele los valores y verdades más profundos e íntimos de nuestra vida, los cuales impulsen y orienten el cumplimiento de nuestros deberes y obligaciones. Quiere que descubramos que no se trata de vivir una ley, de cumplirla, sino que vivamos movidos por el amor, por la verdad, pues esto es lo que da sentido al cumplimiento de la ley. En ellos abrazamos y aceptamos la ley, como un bien.

«Dios está cerca de cada uno de nosotros con su amor, para llevarnos de la mano a la salvación. ¡Cuánto amor hay detrás de todo ello! Así, rezando “hágase tu voluntad”, no estamos invitados a bajar servilmente la cabeza, como si fuéramos esclavos. ¡No! Dios nos quiere libres; y es su amor el que nos libera. El Padre Nuestro es, de hecho, la oración de los hijos, no de los esclavos; sino de los hijos que conocen el corazón de su padre y están seguros de su plan de amor. ¡Ay de nosotros sí, al pronunciar estas palabras, nos encogiéramos de hombros y nos rindiéramos ante un destino que nos repugna y que no conseguimos cambiar! Al contrario, es una oración llena de ardiente confianza en Dios que quiere el bien para nosotros, la vida, la salvación. Una oración valiente, incluso combativa, porque en el mundo hay muchas, demasiadas realidades que no obedecen al plan de Dios».
(Audiencia de S.S. Francisco, 20 de marzo de 2019).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pedir la gracias del Espíritu Santo para examinar mi corazón y ver qué es lo que me mueve a obrar cada día.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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