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La Evangelización: Responsabilidad de todos los cristianos
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La Evangelización: Responsabilidad de todos los cristianos

Evangelizar es dar testimonio, de una manera sencilla y directa, de Dios revelado por Jesucristo mediante el Espíritu Santo. Testimoniar que ha amado al mundo en su Verbo Encarnado y ha llamado a la humanidad a la vida eterna.

La evangelización también debe contener siempre una clara proclamación de que en Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios. Comprende además, la predicación de la esperanza en las promesas hechas por Dios mediante la nueva alianza en Jesucristo; la predicación del amor de Dios para con nosotros y de nuestro amor hacia Dios, la predicación del amor fraterno para con todos los hombres —capacidad de donación y de perdón, de renuncia, de ayuda al hermano— que por descender del amor de Dios, es el núcleo del Evangelio. (Exhortación Apostólica Evangelli Nuntiandi 51)

El Papa Pablo VI en su exhortación apostólica expresa que “Este problema de cómo evangelizar es siempre actual, porque las maneras de llevarlo a cabo cambian según las diversas circunstancias de tiempo, lugar, cultura; por eso plantean casi un desafío a nuestra capacidad de descubrir y adaptar. La evidente importancia del contenido no debe hacer olvidar la importancia de los métodos y medios de la evangelización”.

MÉTODOS PARA LA EVANGELIZACIÓN
En lel mismo documento, el Santo Padre nos presenta los métodos principales de la evangelización. A continuación un resumen de los puntos más significativos.

Testimonio de vida
El ejemplo siempre ha sido un método de enseñaza efectivo y la primera forma de evangelización de la Iglesia es el testimonio de vida auténticamente cristiano. Nuestra vida debe reflejar la fielidad a Jesucristo, el desapego a los bienes del mundo y el apego a lo espiritual. Es decir, vivir una vida de santidad y testimoniarla a los hermanos.

 

Predicación viva
San Pablo en su carta a los Romanos explica claramente que la fe aumenta por el acto de escuchar. ¿Cómo invocarán a Aquel en quien no han creído? Y, ¿cómo creerán sin haber oído de Él? Y ¿cómo oirán si nadie les predica?… Luego, la fe viene de la audición, y la audición, por la palabra de Cristo» (Rom. 10, 14. 17.)Aunque la sociedad moderna se muestre indiferente ante los discursos, la predicación y la proclamación verbal del Evangelio es indispensable para la Evangelización. No debe desalentarnos este gran reto. Por el contrario debe animarnos el saber que nuestro testimonio de vida, unida a una predicación efectiva, atraerá muchas almas a Dios.

 

Liturgia de la palabra
La homilía un instrumento válido y muy apto para la evangelización sustentada por la Palabra de Dios. Esta predicación, en medio de la celebración eucarística, de la que recibe una fuerza y vigor particular, tiene ciertamente un puesto especial en la evangelización, en la medida en que expresa la fe profunda del ministro sagrado que predica y está impregnada de amor.

“Añadamos que, gracias a la renovación de la liturgia, la celebración eucarística no es el único momento apropiado para la homilía. Esta tiene también un lugar propio, y no debe ser olvidada, en la celebración de todos los sacramentos, en las paraliturgias, con ocasión de otras reuniones de fieles.” (EEN 43)

 

La catequesis
Como expresa claramente Juan Pablo el la exhortación apostólica Cathechesi Tradendae, “la catequesis ha sido siempre considerada por la Iglesia como una de sus tareas primordiales, ya que Cristo resucitado, antes de volver al Padre, dio a los Apóstoles esta última consigna: hacer discípulos a todas las gentes, enseñándoles a observar todo lo que Él había mandado… Muy pronto se llamó catequesis al conjunto de esfuerzos realizados por la Iglesia para hacer discípulos, para ayudar a los hombres a creer que Jesús es el Hijo de Dios, a fin de que, mediante la fe, ellos tengan la vida en su nombre, para educarlos e instruirlos en esta vida y construir así el Cuerpo de Cristo. La Iglesia no ha dejado de dedicar sus energías a esa tarea.” Por ello la importancia de preparar buenos catequistas y ejercer este llamado con verdadera vocación.

 

Los medios de comunicación
En este útimo siglo, las nuevas tecnologías le han dado a los medios de comunicación social un enfoque mucho más amplio que en sus inicios. La Internet y el uso de las redes sociales provoca un flujo de comunicación constante y hasta abrumador. La Iglesia utiliza estos nuevos medios para evanelizar e invita a todo el pueblo de Dios a hacer lo mismo.
El Papa Benedicto VI, en ocasión de la 45ma Jornada de las Comunicaciones Sociales exhorta a que “si se usan con sabiduría”, las nuevas tecnologías “pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano”. Según el Obispo de Roma, “comunicar el Evangelio a través de los nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente en el propio perfil digital y en el modo de comunicar preferencias, opciones y juicios que sean profundamente concordes con el Evangelio”. Asimismo, “tampoco se puede anunciar un mensaje en el mundo digital sin el testimonio coherente de quien lo anuncia”, continúa.

Usando correctamente los medios de comunicación lograremos llevar la Buena Nueva a lo que el Beato Juan Pablo II llamó “el nuevo continente” de la Internet.

 

Los sacramentos
La evangelización no se agota con la predicación y la enseñanza de una doctrina. debe conducir a la vida: a la vida natural a la que da un sentido nuevo gracias a las perspectivas evangélicas que le abre; a la vida sobrenatural. Esta vida sobrenatural encuentra su expresión viva en los siete sacramentos y en la admirable fecundidad de gracia y santidad que contienen.

 

Contacto personal
La transmisión del Evangelio persona a persona es indispensable. El mismo Jesucristo la utilizó constantemente. Prueba de ello, lo encontramos en los pasajes bíblicos donde muestran sus conversaciones con  Nicodemo, Zaqueo, la Samaritana, Simón el fariseo y lo mismo han hecho los Apóstoles. A fin de cuentas no existe una mejor manera de comunicar la palabra de Dios, que no sea transmitir a otros nuestra propia experiencia de fe.

 

La Iglesia misionera
San Pablo en su carta a los Romanos se pregunta: “Ahora bien, ¿cómo van a invocar a aquel en quien no creen? ¿Y cómo van a creer en él, si no les ha sido anunciado? ¿Y cómo van a ser anunciado, si nadie es enviado? Por eso dice la escritura: ¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian buenas noticias!»

En este contexto, vale  preguntarse ¿a quien entonces le corresponde evangelizar? El Concilio Vaticano II ha dado una respuesta clara: «Incumbe a la Iglesia por mandato divino ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a toda creatura». Y en otro texto afirma: «La Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del pueblo de Dios». Cuando la Iglesia anuncia el reino de Dios y lo construye, ella se implanta en el corazón del mundo como signo e instrumento de ese reino que está ya presente y que viene.

 

El Espíritu Santo
La Exhortación Apostólica es clara al explicar que “Nosotros vivimos en la Iglesia un momento privilegiado del Espíritu. Por todas partes se trata de conocerlo mejor, tal como lo revela la Escritura. Uno se siente feliz de estar bajo su moción. Se hace asamblea en torno a Él. Quiere dejarse conducir por El. Ahora bien, si el Espíritu de Dios ocupa un puesto eminente en la vida de la Iglesia, actúa todavía mucho más en su misión evangelizadora. No es una casualidad que el gran comienzo de la evangelización tuviera lugar la mañana de Pentecostés, bajo el soplo del Espíritu.

Puede decirse que el Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización: El es quien impulsa a cada uno a anunciar el Evangelio y quien en lo hondo de las conciencias hace aceptar y comprender la Palabra de Salvación. A través de Él, la evangelización penetra en los corazones, ya que Él es quien hace discernir los signos de los tiempos —signos de Dios— que la evangelización descubre y valoriza en el interior de la historia.”

 

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